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 domingo, 30 de octubre de 2005  
Editorial
Duro camino de la reindustrialización

Culminado el vértigo político instalado por las elecciones ha llegado el tiempo de las grandes definiciones nacionales de cara al futuro. Y la economía es el punto por donde pasan todas las rutas. La obsesión del gobierno es la reconstrucción del aparato productivo, tan posible como deseable. Pero cumplir el objetivo no será sencillo.

Una vez delineado con claridad el panorama político nacional después de las elecciones legislativas que dejaron como saldo un rotundo triunfo del oficialismo y el consecuente fortalecimiento del poder presidencial, el país debe definir con claridad su apuesta a futuro. Y todos lo saben: si bien aún quedan pendientes de rendir con éxito múltiples materias en áreas clave para el adecuado funcionamiento social, como la Justicia o la educación, gran parte del porvenir de la Argentina se jugará en el área económica.

Se necesita pleno empleo y una más adecuada distribución de los recursos. Pero sobre todo resulta necesario reconstruir el aparato productivo, destruido por una larga sucesión de gobiernos -tanto autoritarios como democráticos- que terminaron por convertir a una nación industrializada en un paisaje de persianas bajas, cuentapropismo forzado y desesperanza colectiva.

El presidente es consciente de la magnitud del desafío y ha arrojado todas las fichas sobre la mesa. La clave -ya definido públicamente el rumbo "keynesiano y heterodoxo", que en buen romance significa reindustrializador- es alentar la inversión privada.

Claro que el objetivo propuesto dista de ser sencillo de llevar a la práctica. Consultado por el ministro Lavagna sobre la posibilidad de volver a fabricar motores en el país, el empresario rafaelino José Luis Basso -titular de una compañía líder en la producción y exportación de válvulas- dio esta respuesta: "Le contesté que es muy difícil hacerlo por la libre iniciativa de los autopartistas porque no sirve armar un motor y luego salir a venderlo". Después, Basso puso sobre la mesa otro dato clave: "Brasil fabrica un millón y medio de motores por año, y exporta 400 mil".

¿Argentina perdió el tren en relación con su vecino, el gigante sudamericano? Lamentablemente, la respuesta afirmativa no puede eludirse dado que Brasil -mucho más lúcido en tan crucial terreno- jamás abandonó su política de apoyo a la actividad industrial más allá del signo ideológico del gobernante de turno, e incluso mantuvo tal pauta durante períodos dictatoriales.

Pese a sombríos diagnósticos acaso interesados, la recuperación del terreno perdido es tan posible como deseable. De la capacidad gubernamental de nuclear voluntades, sumar ideas y atraer capitales dependerá la calidad de los resultados que se obtengan, aunque algo queda claro: la Argentina tiene rumbo nuevo.
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