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 domingo, 30 de octubre de 2005  
Realidad cotidiana: estimar la lentitud

En estos días en los que la vertiginosidad de los cambios son moneda corriente de la realidad cotidiana, poder tomarse un tiempo para hablar del tiempo pareciera ser un remanso dentro del oleaje posmoderno. Entre los compromisos laborales, la preocupación por la apariencia física y el afán por mejorar las condiciones de vida se hace más difícil encontrar momentos de sosiego.

Hoy las nuevas tecnologías reducen la distancia y el tiempo, el ritmo se acelera y las vidas se uniformizan conduciendo a una desposesión del sujeto.

El escritor Pierre Sansot en su obra "Del buen uso de la lentitud" reflexiona sobre la relación con el tiempo, y preconiza que para alcanzar la felicidad hay que interesarse creativamente por el instante, por el otro, en definitiva por el mundo. Un verdadero arte de vivir.

El tiempo acompaña y revela la forma de ir hacia las cosas y hacia los demás, y también de realizarnos. Hacerlo nuestro aliado, señala, será condición necesaria para poder sobrevivir. El pasado remite lo que fue. Todos los acontecimientos, en mayor o menor medida, dejaron huellas y aquellos logros o inconvenientes que se sobrellevaron han dejado vestigios que repercuten en el devenir cotidiano.

El poder tomar conciencia de ellos, replantearlos, cuestionarlos, será la llave que abra la puerta a una nueva visión o a la solución o disolución de los problemas pasados.

En cambio, cuando se piensa en el futuro, pareciera que el tiempo aporta cierto respiro para trazar una nueva oportunidad, para proyectar lo que podría llegar a ser.

¿Cómo utilizarlo inteligentemente o aprovecharlo de manera tal que el presente abarque nuestra mirada? porque a menudo obsesionados por el tiempo, se dejan de lado cuestiones importantes en pos de las urgencias.

El sueco Owe Wikstrom en su obra "Elogio de la lentitud" invita a reflexionar sobre la vida cotidiana y a emprender una búsqueda personal de los momentos y lugares que permiten hacer altos en el camino.

Aclara que, a través de las pausas, de la instrospección y de comprender la importancia de la lentitud, se puede alcanzar un estado de conciencia más elevado y un mayor disfrute de la vida.

Lo nuevo de Pierre Sansot es que redescubre la lentitud como una nueva figura del pensamiento. O quizás no tan nueva. Tal vez la lentitud no sea sino la marca del respeto, la atención y la importancia que se otorga a cada acontecimiento de la vida o a cada persona.

En realidad, lo que el autor pone en tela de juicio no es la acción, sino cierto "activismo que nos desconcentra, nos impide volver a nosotros mismos y saborear la felicidad, las pequeñas y las grandes alegrías".

Por ello definió a la lentitud no como el deseo de no hacer nada sino el de actuar conforme a lo que el mundo nos ofrece. Para analizarlo propone un ejemplo: vagar. "Vagar es avanzar libremente, lentamente por una ciudad apresurada, no dar importancia más que a lo maravilloso del instante. El ocioso tiene algo de soberano y fluido en el porte. La mirada curiosa e interesada del paseante respira la inteligencia, y ambos me parecen agradables". Incluso piensa en actitudes como escuchar, ser capaz de recibir realmente la palabra de los demás. Para ello no basta con abrir los oídos; es necesario humildad, paciencia y un esfuerzo evidente. "Un pensamiento que no es el mío cobra sentido en mi interior. No lo persigo, no corro tras él, no lo interpreto a partir de mis prejuicios. Y al aceptar las pausas, los silencios, me enriquezco gracias a una experiencia inesperada", señala.

Sin embargo a veces es necesario ir deprisa, y dejarse de lentitudes porque las urgentes necesidades diarias existen y deben enfrentarse.

Incluso, afirma, cada vez que una persona siente el deseo de ir deprisa en una efervescencia creadora no debe moderar la generosidad de sus impulsos.

En realidad, lo que el autor cuestiona es la preocupación por el éxito social o tan sólo por la supervivencia que limitan la libertad de cada uno, las fuerzas que se nos escapan o que son ajenas.

La propuesta es estimar la lentitud, no como valor en sí misma, sino como medio para lograr una existencia más rica y más sana, más vívida. Tiempo al tiempo, es la única manera de pasar mejor por la vida.

Carina Cabo

Profesora en Filosofía

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