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 domingo, 30 de octubre de 2005  
Las huellas de la cultura celta

Terminaciones de origen celta como "dun", que significa "fuerte", fueron implantadas en los nombres de algunos lugares como Londres (London); en tanto que París, Bélgica y Suiza (o Helvecia) deben el suyo a las tribus célticas conocidas como los parisii, los belgae y los helvetii. Estas raíces y terminaciones permitieron a los lingüistas rastrear las pautas de la expansión celta desde la Europa central, hacia el norte y el oeste.

Los nombres celtas aparecen desde Austria a Irlanda: el Rin tiene un nombre de ese origen, lo mismo que gran parte de ríos del oeste de Europa central.

Recién hacia el siglo XVII los estudiosos establecieron que existía un vínculo entre las lenguas celtas de la antigüedad y formas más modernas del irlandés, el galés, el cornuallés, el bretón y el gaélico (forma escocesa del celta), así como con algunos dialectos de Francia, España y el norte de Italia.

En el siglo XVIII estalló en Europa la celtomanía, un movimiento caracterizado por un amor desmedido hacia todas las cosas celtas y una franca obsesión por los rituales druidas.

El celta fue idealizado a partir de ahí como "el noble salvaje" de Europa y los granjeros se pusieron a saquear las tumbas de ese pueblo para venderles su botín a los coleccionistas privados.

Sólo en Champagne fueron saqueadas hasta 50.000 tumbas célticas en la segunda mitad del siglo XIX.
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