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 sábado, 29 de octubre de 2005  
Yo creo: "El éxito es sólo un accidente"

Marcelo Menichetti / Escenario

Vivimos en una cultura tan exitista como contradictoria. La escalada por lograr fama y éxito no se detiene y la lucha por el liderazgo en el mundo de la televisión solamente permite hablar de cifras y guarismos, en otros tiempos coto privado de los economistas y especuladores financieros. La calidad queda relegada al rincón de las exquisiteces. Hoy todo son loas para las cifras de rating, las estrategias de marketing y el poder de convocatoria: quien no obtenga el número más alto está condenado al olvido. No obstante, la contradicción no demora en aparecer. El martes último un importante matutino argentino publicó una nota que fue tapa de su suplemento de espectáculos, anunciando entrevistas con los integrantes del elenco de "Los simuladores", el programa que tuvo 35 capítulos (grabados en 2002 y 2003) que se repiten en la pantalla chica con gran éxito de teleaudiencia, hecho ya registrado el año pasado. Sin embargo este suceso -según la nota aludida- causa "malestar" a los actores que protagonizaron la serie.

No deja de llamar la atención la paradójica situación en la que se encuentran los protagonistas, quienes se quejan por tener que competir desde sus actuales trabajos con el que hicieron hace cuatro años. ¿Qué otra cosa busca un actor si no la permanencia en la memoria y el interés del público? ¿Qué habrá más importante para un director que su obra sea reclamada por la platea y premiada con su atención? Sin caer en la frase vulgar que alude a determinado felino doméstico, que la universidad de la calle ha impuesto para definir a quien se queja por sus fracasos y también se lamenta por los problemas que acarrea el éxito, por lo menos hay que decir que situaciones como la descripta no tienen una explicación lógica. A menos que aceptemos que el éxito no es una meta sino un mero accidente en la carrera artística y que, como tal, no es lo más importante, ni encierra méritos mayores que los de exhibir números tan tentadores como efímeros en el tiempo. Lo que hoy "Los simuladores" lamentan -esto es ganarse a sí mismos- antes se denominaba superación. La situación da para enunciar una nueva Ley de Murphy que establezca: "Si algo resulta exitoso las consecuencias serán nefastas para sus protagonistas".
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