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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Con título de cacique y enfermero casero
Julián Calisaya atiende a enfermos con los remedios legados por sus abuelos

Dice que no es cacique por herencia, sino por haberse ganado el cargo como líder del lugar. Y lo demuestra al ser el primero que registra con su cámara fotográfica el momento en que se levanta el primer molino de Suripujio. Julián Carlos Calisaya, de 56 años, aprieta el obturador y advierte con ironía: "Ojo, que en cualquier momento yo también soy periodista".

No sorprendería verlo en ese rol. Julián hace un poco de todo en su comunidad y es el único que tiene celular. "Lo conecto los sábados y domingos, de 20 a 21", dice.

Muestra una tarjeta de "Agente sanitario" dependiente del Hospital Doctor Jorge Uro de La Quiaca y cuenta que nació en el paraje. Sólo habla pocas palabras en quechua. Su padre "trabajaba en la caña" y su madre hacía artesanías.

Cuando habla de su escolarización cuenta que a los 12 años trazó "los primeros dibujos y rayitas", y a los 16, "siendo un chango grande", como le daba vergüenza seguir en la escuela, se fue a trabajar en la zafra.

Al cumplir 35 años, terminó la escuela nocturna y estudió "para enfermero". Hoy da cuenta de su profesión mostrando varios diplomas que cuelgan de la pared de su puesto de atención primaria. Junto a ellos se entremezclan la bandera de los pueblos aborígenes, afiches para prevenir el sida o que explican cómo colocar un condón, tulmas (cintas de lana para sostener el cabello o trenzarlo), su delantal celeste, instrumentos musicales, chuspas (un monedero para guardar coca) y una honda guaraca (para arrojar piedras y cazar).

Julián se pone el delantal y su gorra, se carga su mochila azul en la espalda llena de analgésicos y vacunas y recorre tres casas de suripujeños por día. Principalmente las de las "familias críticas", aquellas que según dice tienen muchos hijos, varios de ellos desnutridos y con adultos "muy abuelos".

Pero también lleva consigo los yuyos; los remedios caseros que le enseñaron a usar sus abuelos. "Con un té de santamaría, perejil y orégano se impide un embarazo que viene malo, por una caída u otro accidente, porque nadie deja de tener a sus hijos por otra razón. Claro que tiene que estar de menos de quince días la mujer, si no... Acá se usan preservativos pero no pastillas, ni inyecciones, eso es muy caro", explica. Y agrega que también cura con hierbas el resfrío, la diarrea, la empachera y el paro facial de los viejos (parálisis de la quijada provocada por "los gases y aires del campo").

Julián se autodefine "enfermero clínico y casero y partero naturista". Respecto al último oficio, revela un secreto: "Cuando el bebé está transverso, no se opera como en la ciudad, se le hacen masajes en la panza a la mujer".

Como protagonista de la vida de su pueblo, Julián actúa como maestro de doctrina (del velorio) y enterrador. "Cuando muere alguien nos reunimos en su casa, lavamos al muerto y organizamos una comida. Se fuma, se reza, se toma ponche, se coquea y los dolientes lloran", detalla.

Luego todos marchan al cementerio, que se levanta a un kilómetro de Suripujio, "pidiendo a Dios que perdone al muerto". Se le organizará una novena y lo visitarán cada 1º de noviembre, Día de Todos los Santos.

Recién a los tres años el muerto recibe un despacho. "Es un baile -explica el cacique- con el que por fin se libera el alma. Este año me toca hacérselo a mi hermano".

En esa oportunidad y cada vez que se visite al muerto se llevarán flores, coronitas de plástico o una pocas naturales y silvestres de las que ofrece la Puna . Ahora, con el molino y más riego, habrá que ver si la cosa cambia.
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Julio combina saberes tradicionales y modernos en su práctica.

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