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 sábado, 06 de agosto de 2005  
Reflexiones
El despertar de un sentimiento

Oscar Borgonovo (*)

Dos casos con amplia repercusión en los medios dispararon una nueva polémica sobre cómo deben reaccionar los individuos y el Estado ante los menores que mendigan por la calle. El 8 de julio pasado una maestra se llevó a su casa a una nena de cinco años que decía que tenía hambre y que su madre la dejaba sola todo el día. Y hace una semana exacta una pareja tuvo idéntica reacción con cuatro hermanitos de 3, 5, 9 y 11 años que deambulaban solos y en mal estado por el parque Independencia. En ambas situaciones la Justicia no permitió que los tuvieran en custodia y regresaron con sus padres. El debate está abierto.

Una inolvidable profesora del secundario, la señora Bernardina Dabat, nos decía: "El mérito no es querer a nuestros hijos, sino querer a los hijos de los otros, a todos los niños".

Hoy asistimos a un despertar de ese sentimiento. Hay gente que pasa al lado de un niño carenciado y detiene su marcha.

El niño carenciado entra en el sistema estatal sólo cuando es víctima o autor de transgresiones. De lo contrario no llega al juez de menores, no provoca informes interdisciplinarios, ni se resuelve su situación.

Vale decir, la enorme multitud de niños carenciados está separada del Estado por un abismo.

El tema no es ya de derecho de familia, sino de la asignatura del futuro, de la seguridad social.

Si una legión de madres no puede atender a sus niños porque los progenitores no pasan la cuota de alimentos, esa situación no puede durar los meses de un pleito sin provocar un desastre familiar. La seguridad social debe abonar los alimentos a las madres al iniciar el mes, y luego el Estado, con todo su poder, procurar el reintegro de los deudores.

¿Pero cómo puede salvarse el abismo entre los niños carenciados y la seguridad social? No a través de la policía porque provoca miedo y rechazo. El nivel aconsejable es el municipal. El ciudadano aprende la democracia en base a lo que ve delante suyo. Y los municipios son la base de este sistema.

Por ello, creo que la Municipalidad debe dictar dos ordenanzas en esta materia:

  • Una que apuntala la familia biológica herida, pero aún con vida. Si se puede salvar el vínculo de sangre hay que darle prioridad. Entonces, se debería implementar un subsidio de desocupación para el padre o madre a cargo del menor hasta que encuentre un trabajo remunerado.

  • La otra ordenanza apuntaría al niño carenciado de una familia quebrada o inexistente, que arrrastra su drama diario a la vista de la comunidad. Casos donde no hay contención familiar, primer círculo; ni contención escolar, segundo círculo. Entonces debe ser incorporado a una familia. Puede ser sustituta y devenir o no en adoptiva con sentencia judicial, pero el niño en ese marco da y recibe afecto, que es su naturaleza básica. Cuando los tratados internacionales incorporados a nuestra Constitución hablan del "interés superior del niño" con seguridad se refieren a que todo niño merece una familia. Los organismos gregarios son inapropiados, sólo deben ser admitidos como lugares de tránsito y control de salud.

    ¿Cómo salvar el abismo entre los niños carenciados y la seguridad social? Es imprescindible la colaboración de delegados que puedan acercarse a estos niños, que son díscolos y desconfiados por sus experiencias. Los delegados deben ser estudiantes universitarios de todas las carreras, con una compensación pecuniaria y designación por concurso. Ellos deben buscar al niño carenciado antes de la crisis y llevarlo al consejo municipal del menor, cuyas autoridades serían nombradas por concurso y con una sede en cada distrito. Allí se evaluarán su situación y la de su familia, y se optará por la aplicación de una u otra ordenanza.

    Es inútil pretender que los juzgados de menores hagan toda la tarea. La intervención de organismos administrativos idóneos es común en todos los países desarrollados.

    La financiación de estas dos ordenanzas y la creación del consejo del menor con sus sedes y delegados de distritos se puede obtener de un recurso del 10 por ciento sobre todo espectáculo social, artístico y deportivo, y los fondos serán de destino obligado, intocables por rentas generales y administrados por el consejo del menor. La utilidad de este sistema de recursos de afectación forzosa lo revela nuestro viaducto Avellaneda, construido con esa modalidad.

    Este es un desafío para la ciudad de Rosario y sus autoridades.

    En buena hora que hay gente a la que le cuesta pasar de largo. Lo que los motiva son nuestros niños.

    (*) Abogado, fue titular de la cátedra de

    familia en la Facultad de Derecho de la UNR
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