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 sábado, 11 de junio de 2005  
Coronda, dos meses después. El 11 de abril fueron asesinados 14 presos rosarinos en dos pabellones (primera nota)
Fantasmas de una masacre previsible
Cuando aún están en marcha las investigaciones de la Justicia y el SP, presos y guardias cuentan qué pasó

Leo Graciarena / La Capital

Coronda (enviado especial).- Los fantasmas de los 14 presos rosarinos masacrados en la cárcel de Coronda hace dos meses flotan en el aire del máximo presidio provincial. Hoy la prisión tiene 138 internos menos (otros 124 fueron trasladados) de los 1.370 que había el lunes 11 de abril, el día que se perpetró el ajuste de cuentas de los presos del pabellón 7 contra sus pares del 1 y el 11. Sesenta días después, uno de los dos guardias tomados como rehen aquel trágico día continúa con carpeta médica. El otro colabora en el archivo de la prisión, lejos de los pabellones. Los ingresos a la cárcel "están frenados" y "sólo se hacen intercambios" de condenados. La visita se hace por separado: rosarinos un día y santafesinos otro. Los sábados un ala y los domingos otra. El sillón del director está ocupado por un interventor civil y todos rezan para que "nunca más haya un 11 de abril".

Al recorrer los pasillos de la prisión y escuchar a guardias, oficiales, funcionarios y detenidos, se encuentra en sus voces una macabra coincidencia: "(la masacre) era necesaria y previsible. Estaban cebados. Una cosa es rastrear (robar cuando el otro no se da cuenta) y otra es apretar (tomar las cosas a punta de faca). Y estos (por los muertos) apretaban", dijo un interno.

El cielo plomizo y el viento húmedo dieron la verdadera imagen de la prisión más grande de la provincia. Caminando por las veredas de Coronda y los pasillos de la cárcel se aprende a escuchar el ruido de las baldosas y las rejas. "¿No estarás grabando?", es la desconfiada muletilla de todos, adentro y afuera del penal.

La investigación de la cacería humana está en manos del juez de Instrucción santafesino Jorge Patrizi y el sumario del Servicio Penitenciario (SP), dicen, "ya entró en su etapa final". Pocas cosas quedaron claras tras la muerte de 14 internos rosarinos alojados en dos pabellones del ala norte la tarde noche del pasado 11 de abril. Amelio Mercado, Cristian Heredia, Diego Aguirre, Juan Ortigoza, Carlos Barreto, Walter Gómez, Ramón Valenzuela, José García, Sergio Frías, Fabián Benítez, Jorge Raúl Yanuzzi, Juan Díaz y los hermanos Ramón y Sergio Duarte están muertos. Oscar Yosviak, uno de los guardias tomados como rehén, regresó al trabajo con tarea diferenciada en el archivo y su compañero, Eduardo "Tato" Marchesín, continúa amparado en la carpeta médica.


Un hecho, dos historias
Para el SP la historia oficial de la masacre comenzó a las 16.37 del lunes 11 de abril, aunque para muchos de los entrevistados todo sucedió una hora más tarde. Los internos del pabellón 7, en el ala norte del penal, violentaron un candado de la planta alta y sorprendieron a dos guardias. Después se dividieron en dos grupos y con los carceleros como escudos fueron hasta el pabellón 11 (en el mismo pasillo) donde mataron a 10 internos. El otro grupo fue al sector 1, a pocos metros del cerco de seguridad que aísla a los 14 pabellones de la cárcel, y asesinó a otros cuatro detenidos.

El pabellón 7 marca el comienzo o el final, según cómo se lo mire, de una hilera de tres pabellones (7, 9 y 11). Tiene dos plantas y aquel día había allí 96 presos. "Yosviak tenía que estar custodiando la planta alta pero estaba en el baño y Marchesín dice que los presos lo sorprendieron", sostienen intramuros. Cierto es que los presos violentaron el candado y sorprendieron a sus guardias. ¿Cómo abrieron los presos el candado? "Con un oficial hicimos la prueba de barretar un candado idéntico y en el primer intento saltó. Lo hicimos con una pequeña barra de metal, de unos 20 centímetros", confió un guardia. "Pero ojo que acá hay presos que hacen lo que quieren con un candado. Y en silencio. Algunos son artistas", dijo.

En una entrevista con la revista santafesina Entre Líneas, Yosviak había contado: "De golpe apareció uno de los presos por la escalera. Lo extraño es que no se sintió ruido de rotura de candado ni nada parecido y además, es más raro aún que un interno se anime solo a encarar a dos guardias. Lo cierto es que tenía dos facas y yo, por instinto y para sobrevivir, agarré una silla y lo enfrenté". Lo sorprendente para el joven carcelero fue que "cuando el preso apareció, Marchesín no reaccionó y le dijo: «Tranquilo Chino, hacé las cosas bien»".

Con Marchesín, Yosviak y el pabellón 7 en su poder, los internos salieron al pasillo. Eran 50 hombres armados con chuzas y sus caras cubiertas. Al advertir "como venía la mano", los guardias que estaban en los retenes a ambos lados del pabellón huyeron con el miedo pisándole los talones. Los siguieron sus pares del 9 y el 11 dando la alarma pero sin cerrar el portón del pasillo que los separa del 7. Detrás de ellos se fueron los custodios del 5 Norte dejando a los presos evangélicos en manos del Señor.

"Nadie quiere caer como rehén. Al pibe Yosviak le decían: qué hacemos, lo violamos y lo matamos o lo matamos y lo violamos", comentó, palabras más o menos un guardia veterano templado a rejas e internos duros. "¿Sabés por qué a Yosviak lo maltrataron más que a Marchesín? El padre es comisario en Coronda y había encanado a uno de los del 7", comentó.

Cuarenta minutos antes del inicio, los internos de los pabellones que serían blanco del ataque de los asesinos habían escuchado la orden de "encerrarse". ¿Por qué? "Hubo una pelea entre internos", fue la respuesta común de los guardias en relación a lo ocurrido en los dos lugares. Ese hecho fue ratificado en un informe interno rubricado por el jefe de Seguridad del penal, Marcelo Calligaro.


Enceguecidos y encerrados
Con los guardias reducidos, el grupo de reclusos se dividió y tomó diferentes caminos. Uno, con Marchesín esposado como rehén, fue al pabellón 1. "Iban por los techos y los patios internos. Nunca fueron por los pasillos", se escuchó decir. El otro grupo, con Yosviak como escudo, se encaminó al 11. Era una horda "totalmente enceguecida que empuñaba facas largas y cortas", explicó un preso que dejó su bravura en manos del Evangelio. Al llegar al pabellón 11 mataron "selectivamente, celda por celda" a la mayoría de las víctimas. Sólo habían pasado 50 minutos del comienzo de la locura.

"Hubo un problemita interno y no queríamos encerrarnos. Después dijimos que sí. Me encerré, puse el grabador y me puse a estudiar. No escuché nada, porque si no te abstraes no avanzas con el estudio. Además, los gritos acá son normales. De las muertes me enteré al otro día cuando vinieron a hacer una revisión médica. No entiendo por qué mataron a esos cuatro pibes. No eran rastreros como los otros", confió un preso que estaba aquella noche en el 1.

A las 19.45, los internos del pabellón 3 (contiguo al 1) "se plegaron" a la horda asesina. Quizás por su histórico enfrentamiento con los vecinos. Pero, ¿por qué no estaban encerrados como el resto? "Hay puntos que se están investigando. Los que se plegaron a la banda que venía del 7 fueron pocos y es difícil definir quiénes fueron los matadores de los cuatro internos del 1. Puede que los del 3 hayan participado", comentan tras las rejas corondinas.

Negociando con la vida de Marchesín, los del 7 que avanzaban ante el repliegue del Grupo de Operaciones Especiales Penitenciarias (Goep). "Se aceptó porque corría riesgo la vida del rehén", sintetiza el informe del SP. Con el mismo recurso de negociación entraron al pabellón 1, hicieron que el personal se replegara y rompieron los candados de las barras de seguridad. Eran las 23.05. Media hora más tarde cuatro internos estaban muertos.

Al analizar los por qué de la matanza, el personal del SP hace hincapié en la precariedad de las instalaciones y en la superpoblación de la prisión. Al preguntarle a los internos sobre las causas del trágico "ajuste de cuentas", todos coinciden en que "lo de santafesinos contra rosarinos es un verso". Pero hay otras aristas. "Esto no comenzó el día del ajuste, fue tiempo atrás. Antes de un motín en 2001, veinte rosarinos echaron a los santafesinos del pabellón 10 a punta de facas. Se quedaron calientes y cuando fue el motín quisieron ajustar a los santafesinos, pero no lo hicieron. Pasó el tiempo y los santafesinos lo hicieron. Acá no se puede dudar. El problema que tienen los rosarinos es que se dividen, en cambio los santafesinos son como la mafia, cuando alguien los ataca se unen", confió un viejo interno.
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El Pabellón Nº7, de donde salió la horda asesina.

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