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 domingo, 27 de marzo de 2005  
El viaje del lector
¿Por qué elegimos Punta?
Conocida por su glamour, Punta del Este atrapa con su hospitalidad y servicios de nivel internacional

Sin lugar a dudas al citar Uruguay como destino turístico, y en este caso la emblemática ciudad de Punta del Este, nadie puede minimizar su calidad como destino para vacacionar ya que este moderno balneario se ha erigido como un centro internacional del turismo.

Nuestra experiencia es sumamente sencilla pero quizás prototípica. Integramos una familia conformada por un matrimonio con dos hijos varones adolescentes. De movida es difícil acordar un destino porque en los platillos de la balanza pesan las opiniones de los chicos, ya que en esta edad tan especial es prioritario llevarlos a un sitio donde ellos se sientan cómodos y puedan disfrutar de acuerdo con sus intereses porque de lo contrario pueden suceder dos cosas: o que no quieran salir de vacaciones o que, si vienen, lo hagan obligados y se pasen toda la estadía de malhumor.

Teniendo en cuenta lo anterior optamos por Punta del Este. Allí encontramos un marco de libertad inserto en un contexto de seguridad que nos permitió conciliar en familia los múltiples intereses y actividades. Le dimos a este equilibrio un valor tan prioritario que no nos detuvimos especialmente en los costos ya que lo consideramos una inversión que nos permitió gozar la tranquilidad y la paz fundamentales en unas vacaciones.

Como en años anteriores también agregamos a nuestro grupo familiar un amigo de los chicos, así que, la parte "joven" pasó a ser un trío de varones donde se diluyeron los conflictos que entre hermanos suelen ser frecuentes durante la convivencia.

Nos instalamos en un complejo vacacional, ideal para la realización de deportes y otras actividades de índole cultural y recreativa que cada uno fue eligiendo de acuerdo a aptitudes e intereses.

Durante las mañanas esteñas, los padres gozamos de respirar profundamente la gigantesca plenitud de las playas tranquilas, eligiendo cada jornada una diferente; cada cual con sus peculiares características y encantos. Fue así que saboreamos lentamente largos ratos sin reloj dedicados a la lectura placentera, a las caminatas a orilla del mar, a las caricias del tibio sol matinal, a la observación de la naturaleza. Mientras tanto, los chicos dormían reponiendo energías.

La cercanía y accesibilidad de todas las playas hacen que uno pueda regresar al mediodía para almorzar en su alojamiento y, como lo preferimos nosotros, evitar la agresividad del sol a esas horas. La movilización por las calles y avenidas de todo Punta del Este hacen que el tránsito sea sumamente ágil y rápido. Es así que en pocos minutos uno puede trasladarse a playas distantes, en La Mansa o La Brava, y más allá de Punta Ballena (bellísimas Portezuelo y Solanas), o trasponer siempre con sabor a aventura el Puente Camello y disfrutar de playas como Barra del Maldonado, Manantiales, Montoya y por qué no llegarse hasta José Ignacio.

Nos satisface el concepto de preeminencia de lo natural que enarbola como política de turismo el gobierno del país vecino. Es por ello que la ciudad está enmarcada por las dunas, en ningún sitio se han construido grandes infraestructuras sobre la playa y es más, en muy pocos paradores existen más que algunas carpas preinstaladas, sumamente precarias. Se da entonces la situación de que cada veraneante debe colocar su propia sombrilla en cualquier sitio de la playa a su gusto, sin ningún tipo de restricciones del ámbito privado.

Las playas se extienden por tantos kilómetros que pareciera concretarse en su visión el concepto de "ilimitado". Siempre se hallan espacios para la práctica de deportes tales como los clásicos juegos de paleta, tejos, voley y los infaltables picados en la arena. También es un deleite observar a quienes se atreven a lucirse con sus experiencias en surf, windsurf y parapentes. La caída del sol nos sorprendió siendo siempre ya muy tarde y estando aún en la playa, como estirando un poquito más cada atardecer en el mar, donde el cielo pareciera sumergir una paleta de colores en el horizonte.


La buena onda local
Otra condición que nos hizo sentir tan a gusto es la hospitalidad de los uruguayos. Su trato siempre es atento, paciente, servicial, constantemente dispuestos a solucionar cualquier inconveniente, a orientar y atender al turista. No sé si será por contagio, por ósmosis o simplemente por imitación, pero pareciera que toda la gente adquiere a poco de llegar hábitos de buenos modales y una jovialidad envidiable. Además, nadie deja basura en la playa ni en ningún otro sitio.

Las veladas nocturnas siempre tienen sabor a diversión, pero aquí también el ambiente festivo hace equilibrio con la tranquilidad. Cada cual encuentra un sitio a su gusto. Los coquetos restaurantes donde se pueden degustar todo tipo de especialidades en inolvidables cenas con amigos; las glamorosas noches del Conrad, con sus opciones para el casino o para los espectáculos; los paseos por Gorlero mirando vidrieras, recorriendo librerías o admirando artesanías en la plaza Artigas; las recorridas por el shopping alternando con sus patios de comidas; las opciones de boliches o pubs, reductos para los más jóvenes, especialmente en zona de La Barra; las charlas con amigos, café o trago mediante en tantos sitios tan acogedores.


Ciudad laberinto
En Punta del Este no hay días perdidos. Sólo no se hace playa si está lloviendo, ya que aún estando muy nublado la temperatura ambiente y la de sus aguas permiten igualmente disfrutar. Además cada vez que uno está de vacaciones vuelve a experimentar el placer de andar en bicicleta por esas callejas tan curvas y zigzagueantes que dan idea de una ciudad laberinto, tan arbolada, tan verde y tan cuidada. Siempre es interesante recorrer los muelles del puerto colmados de yates de variadas nacionalidades, organizar una jornada de pesca, visitar museos, galerías de arte, el arboretum...y ni hablar de tomar el vehículo y lanzarse a la siempre renovada aventura de adentrarse en playas vírgenes en el departamento de Rocha; o de hacer un poco de búsqueda histórica en Maldonado o en Piriápolis.

Podemos afirmar que Punta del Este nos persuade de muchas formas, todas con objetivos nobles y sanos. Todo es cuestión de pensarlo, dejarnos seducir y tener ganas de aprender. Uno siempre regresa renovado y con el espíritu y la mente engrandecidos.

Liliana Morre de Masía
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La costa uruguaya ofrece tranquilidad y seguridad.

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