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 domingo, 27 de marzo de 2005  
Es gravísima la salud del príncipe
Rainiero dio a Mónaco su fama mundial
Heredó hace 55 años un rincón aristocrático pero decadente y lo convirtió en centro del lujo y paraíso fiscal

Mónaco. - Rainiero de Mónaco, que estaba ayer entre la vida y la muerte, pasará a la historia como el príncipe que colocó en el mapa mundial, sobre todo en el financiero y del turismo de lujo, a ese microestado de la Costa Azul, convertido además en paraíso de la prensa rosa, que ha tenido en su familia un filón de oro que está lejos de agotarse.

El último parte médico divulgado ayer (ver aparte) se llevó casi todas las esperanzas que quedaban sobre la reversibilidad del estado de Rainiero, de 81 años, y dio fuerza a las conjeturas de que está en manos de sus familiares el momento que escogerán para el anuncio oficial de la muerte, condicionado al preparativo del luto y las ceremonias del funeral.

Calificar su pronóstico vital no sólo de "reservado" como el viernes, sino de "extremadamente reservado", como se hizo ayer, fue la piedra de toque de un comunicado en el que además se reconocía que su salud "no deja de agravarse" y que "pese a los cuidados más apropiados y al control de la infección broncopulmonar, las funciones cardíaca, pulmonar y renal se degradan progresivamente".

Los camarógrafos que hacían guardia delante del lujoso Centro Cardio-Torácico donde el soberano está internado desde el pasado día 7, después de captar la llegada en auto ayer por la mañana de su hija Carolina y su nieta Charlotte (18 años), pudieron hacer lo propio por la tarde con otros dos hijos de su primogénita: Pierre (17 años) y Andrea (20).

El capellán del Palacio lloraba al salir del hospital ayer a la tarde. Desde que Rainiero ingresó en la unidad de reanimación el pasado martes -al día siguiente fue conectado a una respiración asistida-, sus tres hijos y otros miembros de la familia se han relevado junto al lecho del decano de los soberanos de Europa, con más de 55 años al frente de un Estado que ha cambiado de arriba abajo.


Doscientas hectáreas muy cotizadas
Rainiero, que heredó de su abuelo Luis II un Mónaco que apenas pasaba de curiosidad política medieval y retiro de una aristocracia europea que languidecía como la fama de su casino, lo transformó en plaza financiera de orden mundial y en un desarrollo inmobiliario que parece desmentir las teorías de la burbuja especulativa.

El potencial económico de este Estado de doscientas hectáreas, comprimido por las últimas estribaciones alpinas que llegan abruptamente al Mediterráneo, se expresa en términos de turismo -seis millones de visitantes al año, buena parte de ellos de muy alto nivel económico-, de plataforma naviera y, sobre todo, de sistema bancario.

Con poco más de 32.000 habitantes (de los cuales unos 6.000 tienen la nacionalidad monegasca, frente a más de 10.000 franceses y 6.500 italianos, interesados sobre todo por su régimen fiscal), Mónaco tiene medio centenar de entidades financieras, con más de 300.000 cuentas abiertas en las que, según las cifras oficiales, había 49.000 millones de euros en 2003.

Las razones hay que buscarlas en que los residentes monegascos -salvo los franceses instalados después de 1957- no pagan impuesto sobre la renta ni tasas locales. Las sucesiones están gravadas con un tipo del 0 al 16 por ciento y se puede deducir del impuesto de sociedades gran parte de las ganancias, si se imputan como remuneraciones de los administradores.

Con esta arquitectura fiscal, no es extraño que "la Roca" (como se conoce popularmente al Principado por su accidentada orografía) figure desde 2000 en la lista negra de "paraísos fiscales no cooperativos" de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y sea objeto de denuncias regulares por sus vecinos -sobre todo Francia, que ejerce una suerte de tutela- por sus prácticas impositivas, cuando menos, desleales.

A Rainiero se lo conoce, entre otros apodos cariñosos de su pueblo, como "el constructor", por el espectacular desarrollo del sector inmobiliario, que supone el 8 por ciento del empleo y de la riqueza del país, y porque en su mandato la superficie del Principado ha aumentado en un quinto del total -ganando terreno al mar- para poder seguir construyendo.

Pero la familia Grimaldi no es menos conocida por los lectores de la prensa rosa desde que el soberano se casó en 1956 con Grace Kelly, la refinada estrella de Hollywood que aportó al Principado un nuevo glamour.

Las vidas privadas de los Grimaldi han sido desde entonces algunos de los mejores escenarios imaginables para la prensa del corazón: princesas hermosas con múltiples devaneos amorosos, salpicados por algunas tragedias -la principal, la muerte de Grace Kelly en 1982- que siembran dudas y misterios en los que poder escarbar.
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La bahía de Mónaco, emblema de la Costa Azul.

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