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 domingo, 06 de marzo de 2005  
[Lecturas]
Tareas de una edad oscura

Daniel Chirom

Narrativa. Cuentos bajo los escombros, de Jorge Cohen. Distal, Buenos Aires, 2004, 127 páginas, $16,50.

Orfandad, miedo, escisión, desgarro y desasosiego. Una marea negra recorre los relatos de Jorge Cohen y nos aleja de la segura orilla de nuestra vida cotidiana. En la escritura de nuestro amigo están presentes Kafka y por supuesto, su cultura judía. Digo esto más allá de la horrenda circunstancia en la cual fueron rescatados estos textos y bajo el título que hoy los unifica. Porque estas narraciones fueron escritas con anterioridad al bárbaro atentado contra la embajada de Israel. Curiosamente, la atmósfera que los envuelve presagia el siniestro. Es que las historias que Cohen entreteje aquí tienen, en una primera lectura, al terror que implantó la dictadura militar como escenario.

Sin embargo, a poco de ahondar en el comportamiento de los personajes, inmediatamente nos remitimos a Franz Kafka. El Fonseca de Cohen bien podría ser el señor K de "El Proceso". Sabe que está condenado pero no sabe a qué ni por qué, y el personaje que elige como prenda de pago a su mujer suena tan absurdo y tan real como los funcionarios del escritor de Praga.

"¿Qué me ha ocurrido?, pensó. No era un sueño", dice Gregor Samsa, el personaje de "La metamorfosis". A muchos de los protagonistas de "Cuentos bajo los escombros" les sucede lo mismo. Tal como señala Nabokov, "en la llamada vida real encontramos a veces situaciones que guardan una gran semejanza con la narración fantástica". Para ser más gráfico: ¿no se podría aplicar a los cuentos "Como salido de la nada" y "Un viaje a la estación del Sur" esta reflexión de los habitantes del pueblo que K visita en "El Castillo". Cito: "Pero ¿qué es lo que persigue, qué extraña especie de sujeto es este? ¿Qué es lo que en verdad pretende? ¿Qué importantes asuntos son esos que lo tienen ocupado y que lo hacen olvidar lo más cercano y lo más hermoso?"

Uno de los elementos más omnipresentes en los cuentos de Cohen es el miedo. Elias Canetti, en "La Lengua absuelta" dice que "Lo que con más fuerza crece es el miedo: es impensable lo poco que seríamos sin haber padecido miedo".

Nuevamente estoy citando a un autor judío. Y no es casualidad. Es obvio que la represión salvaje de la dictadura militar no respetó credos ni religiones. Pero cada persona sintió esta terrible época de acuerdo a sus vivencias y orígenes. Y Cohen es judío y ya sea en forma consciente o inconsciente, recurrió a patrones que están presentes en algunos de los principales autores judaicos. Y estos patrones tienen relación directa con la conciencia y el sentimiento íntimo e indisoluble que tiene el pueblo judío entre ley, la justicia y la palabra escrita.

Torah, el texto que todo judío está obligado a leer (por eso no existen los analfabetos en el pueblo hebreo) es traducido como ley, si bien literalmente significa instrucción. Esta Torah fue dictada por Dios y por ende no sólo incluye mandatos dirigidos a los hombres sobre cómo comportarse, sino que también nos revela verdades acerca de Dios mismo. La alianza del pueblo judío con Dios y la ley son la misma cosa. Esto más allá de las instituciones. De allí que el profeta Jeremías advierta antes de la caída del templo que éste y el sacerdocio no podrán salvarse ni salvar formalmente a la religión pues sin fe ella carece de poder alguno. Aquí ya estamos en el campo de la ética. Pero lo que me interesa destacar con todo esto es que si la ley reside en Dios, y Dios es la perfección moral, entonces el derecho que se aplica a los hombres debe surgir del amor. Derecho y amor son la justicia. Y los personajes de Cohen reclaman silenciosamente por una justicia. Igual que los de Kafka.

Esta búsqueda de justicia en los tiempos del hombre sólo puede hacerse bajo el mandamiento "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y este amor no puede depositarse en un futuro sino que tiene que abarcar necesariamente el pasado y el presente. De allí la necesidad permanente del recuerdo, de la memoria. "El recuerdo se convierte en reconocimiento y descubrimiento. Reconocer es conocer de nuevo. La memoria es la madre de las musas", dice George Steiner. Por esto insistí ante Jorge en que su libro llevase un relato de cómo habían sobrevivido estos cuentos. Porque aún no sabemos quién puso una bomba en la Embajada de Israel y tampoco sabemos quién la puso en la Amia. Porque no podemos olvidar hasta que haya justicia pues el silencio volvería a enterrar a las víctimas. Y porque si nos cortan las raíces, somos esclavos del viento.

"Cuentos bajo los escombros" es un libro que cumple con lo que ese sabio llamado Goethe pedía de estos tiempos: "La tarea de esta edad oscura es la de aprender de nuevo a ser humanos". No me caben dudas que leer a Cohen es empezar a iluminar nuestro sendero.


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