Año CXXXVII Nº 48666
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
El Mundo
La Región
Opinión
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Educación
Escenario


suplementos
ediciones anteriores
Salud 16/02
Autos 16/02
Turismo 13/02
Mujer 13/02
Economía 13/02
Señales 13/02

contacto
servicios
Institucional

 sábado, 19 de febrero de 2005  
Un delito menor desembocó en una dura condena para un hombre de 34 años que cometió un crimen hace una década
Prisión perpetua por dos pesos
Un vendedor ambulante estuvo 9 meses preso en 1995 por matar a una vecina. Por demoras en la causa quedó libre. Cuatro años después lo apresaron por robar un monedero y el proceso por homicidio se reactivó

María Laura Cicerchia / La Capital

Si a Silvio Antonio Velazco no se le hubiera ocurrido robar un monedero probablemente estaría en libertad y no cumpliendo una condena a prisión perpetua por un asesinato. Este vendedor ambulante de 34 años había estado nueve meses preso, en 1995, por el asesinato a cuchilladas de una vecina de 73 años. Pero como hubo demoras en el trámite de la causa recuperó la libertad y el caso pasó al olvido. Hasta que cuatro años más tarde lo atraparon por un arrebato callejero y su regreso a la prisión reactivó aquel proceso más viejo, que de otro modo podría haber prescripto. Así, por robar dos pesos, terminó sentenciado a una larga temporada en la cárcel, diez años después del crimen de Juana Ubalda Escobar en barrio Belgrano.

La sentencia que selló la suerte de Velazco fue firmada a fines de diciembre por los integrantes de la Sala II de la Cámara Penal de Rosario. Los jueces Ramón Ríos, Juvencio Mestres y Humberto Giménez confirmaron un fallo de primera instancia que condenaba a Velazco por matar a la anciana porque ella lo reconoció cuando le robaba.

Ese crimen había pasado años sin ser resuelto y con el imputado en libertad. Pero tiempo después Velazco hizo caer de su bicicleta a una mujer para sacarle el monedero del canasto. Y ese delito menor signó su destino: lo detuvo la policía y el homicidio que pesaba sobre sus espaldas fue, finalmente, resuelto por la Justicia.

Los jueces descartaron que el acusado fuera inimputable a causa de una leve inmadurez intelectual y su adicción al alcohol. Lo condenaron a prisión perpetua por matar para cometer impunemente otro delito, lo que constituye un homicidio calificado. En este caso, por dar muerte a Juanita, como llamaban a su vecina en la zona de Pasco y Liniers, para robarle dos colchones y una garrafa que vendió luego en una compraventa.

En esa época Velazco vivía con su mujer y pocos ingresos en Larrea al 1900. El 25 de octubre de 1995 tomó tres cervezas antes de salir a buscar unos pesos. Cuando pasó frente a la humilde casa de Pasco 5487, donde Juanita vivía sola, recordó a la señora amable que siempre lo saludaba al pasar. Como vio la vivienda a oscuras y no escuchó ruidos pensó que no había nadie. Se descolgó del tapial que bordeaba la casa y entró a buscar algo de valor. Entonces se topó con Juanita, que gritó asustada al divisarlo en la oscuridad. Y al comprobar que la mujer lo había reconocido, la golpeó en la base del cráneo y la cortó en el cuello con un cuchillo.

Al rato, cuando volvió a su casa, le dijo a su mujer que los colchones, la garrafa y los dos respaldares de cama que llevaba los había obtenido en una casa abandonada. Y justificó las manchas de sangre en su camisa y su cuchillo diciendo que había matado a un gato. Recién al día siguiente, entre lágrimas, le contó todo a su esposa: le confesó que había matado a la anciana porque temió que la mujer lo denunciara.

El crimen fue descubierto por el sobrino de la mujer dos días después, cuando los vecinos le comentaron que a la mujer no se la veía por el barrio. El sobrino tuvo que romper la puerta para entrar a la casa. Encontró el cuerpo de su tía bajo un colchón tirado al lado de la cama.


Indicios
El dato que le permitió a la policía ubicar al sospechoso fue aportado por un hombre que la noche del asesinato estaba sentado en un colectivo frente a la casa. Desde allí vio cuando arrojaban desde el muro a la calle una garrafa y dos colchones. Luego vio a un muchacho saltar el tapial. "Se llevó primero la garrafa y luego regresó a llevarse los colchones. Lo vi bien", atestiguó. Después, se descubrió que la lana de los colchones había sido vendida en una compraventa del barrio.

Así llegó la policía a Velazco. "Andaba bastante tomado y como estaba mal de plata fui a la casa de la viejita a ver si podía sacar algo para hacerme unos pesos. La puñalada se la puse cuando ella gritó en la pieza, y fue en el cuello. Lo hice porque me reconoció por mi nombre. Cuando se calló, y me di cuenta de que no podía hacer nada más, saqué las cosas", confesó el acusado, de entonces 25 años.

La causa se inició en un juzgado de Instrucción rosarino. Pero hubo demoras en la investigación que llevó adelante un juez ya fallecido. Al agotarse el plazo previsto para estar detenido sin que se resolviera su situación, el joven Velazco recuperó la libertad nueve meses más tarde, el 15 de julio de 1996. Desde entonces el expediente permaneció intacto y quedó postergado junto a otros, ya que "se le dio prioridad a los casos con presos", según una fuente del caso. Quizás hubiera seguido camino a la prescripción -así lo evaluaron los camaristas- si el acusado no hacía de las suyas una vez más. La causa hubiera prescripto dentro de cinco años.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
La noticia de 1995.

Notas Relacionadas
Robo menor


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados