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 domingo, 21 de noviembre de 2004  
El cazador oculto: Rebeldías contra el protocolo real

Ricardo Luque / La Capital

El protocolo no es una preocupación argentina. Está claro. La impuntualidad del presidente, siempre bien justificada, es la prueba viva de que por estos lares tenemos cosas más importantes en la cabeza que respetar usos y costumbres ajenos. Porque, hay que admitirlo, en este rincón apartado del mundo llegar a horario es una una prioridad de pocos. Sin embargo, la avanzada de la Casa Real se las ingenió para que, durante la fugaz visita de los reyes de España a la ciudad, hubiera rosarinos preocupados por las reglas que impone el trato con sus majestades. Y fue así que, mal que le pesara a unos y a otros, la mayoría se avino a cumplir la etiqueta real. Para que se entienda: las señoras que se encontraran con la reina debían usar falda y hubo quien hizo caso omiso a la recomendación. Sin ir más lejos la esposa del gobernador Jorge Obeid se atrevió a lucir un equipo de chaqueta y pantalones de hilo blanco durante la apertura de la muestra homenaje a Ramón de la Serna en el Museo Histórico Julio Marc. El conjunto era elegante, por cierto, aunque le daba un look de paramédico de "Hospital General". India Tuero también se reveló díscola, aunque su elección de la indumentaria fue más atinada. Saco corto verde agua, con un entallado que acentuaba la cintura, y pantalones amplios y al tono, matizados con una finísimas rayas claras. Carina Frid, la directora del museo, eligió el mismo color para su chaqueta, aunque la acompañó con una falda corta, estampada con enormes flores de colores, que tenían una vaga reminiscencia a los tocados de Carmen Miranda. Estaba nerviosa, quizás porque, pese a sus denodados esfuerzos, le había sido imposible dominar los rizos de su rebelde melena castaña. A su lado la museóloga Nancy Genovés, habituada a las fiestas

del jet-set desde sus tiempos de modelo

de pasarela, parecía una esfinge egipcia. Oculta en la sala donde se exhibe la colección de platería criolla, la joven, que cada día luce más encantadora, optó por un tallieur rosa pálido, recatado pero insinuante. Cómo será que hasta Torcuato Di Tella, que desde sus explosivas declaraciones de los últimos días sueña con que se lo trague la tierra, se detuvo a admirarla. Y, gracias al cielo, se mordió la lengua para no hablarle.
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