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 domingo, 21 de noviembre de 2004  
La pobreza y la riqueza

Las reflexiones que me merecen los términos pobreza y riqueza muy probablemente choquen con dos palabras muy difundidos en la era actual como son "mercado" y "homo consumens". Estos dos términos están íntimamente ligados entre sí, pues uno no puede sobrevivir sin el otro. El primer término es un dictador encubierto en su propia abstracción, pues las grandes mayorías no saben quien es (aunque las personas racionales y críticas lo sospechan). El segundo, el homo consumens, es el fruto creado por la misma sociedad basada en dicho mercado, que se arma con facilidad sobre seres humanos desindividualizados, con muy poca racionalidad y sentido crítico, que no son los verdaderos dueños de sus acciones, pues han enajenado sus propias posibilidades de crecer libremente, hasta donde sus condiciones intelectuales y sus esfuerzos lo puedan llevar. La riqueza y la pobreza nos plantean dos alternativas para ser definidas. Una primera se refiere a la acumulación de bienes materiales o a su ausencia o disminución, y otra es con relación al estado espiritual, moral y psicológico en que nos encontramos, y que se trasmite hacia fuera, como un sentido de bienestar o malestar, produciendo sensaciones disímiles. Por supuesto que para experimentar estas sensaciones la mente humana debe desarrollar sus cuatro áreas fundamentales: racionalidad, intelectualidad, afectividad y las emociones que de ella puedan nacer. Por sólo desarrollar parcialmente estas partes, las verdaderas relaciones humanas tienen serias dificultades para establecerse. Y se da el caso reiterado de que dichas relaciones suelen ser, la mayoría de las veces, sólo utilitarias. Es la era en que el verbo "tener" predomina sobre el verbo "ser". Quienes se sienten ricos por la opulencia lograda con los medios materiales, viven entre rejas y con los vidrios polarizados para no ser reconocidos, promoviendo siempre una violencia reactiva en aquellos que no tienen ni siquiera los bienes mínimos para una subsistencia digna. De esta manera, en el sentido espiritual y moral, su vida está llena de pobreza. La cárcel de sus ambiciones desmedidas, nacidas de su egoísmo, le impiden el disfrutar de la libertad de vivir en una sociedad continente y solidaria. La riqueza y la pobreza extremas resultan siempre pecaminosas. Lo debieran ver quienes solo piensan en la acumulación sin mirar a su alrededor. Además deberán reconocer en su propio interior, cuando existe esa dicotomía entre la palabra, sea oral o escrita, y las accciones en su vida diaria.

Efrain Hutt


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