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 sábado, 16 de octubre de 2004

Justo y Perón, simetrías antagónicas

Pablo Szerzon

El canciller Rafael Bielsa señaló poco tiempo atrás que el golpe militar del 6 de septiembre de 1930, protagonizado por el general Uriburu contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, marca el punto de inflexión por el cual se liquidaron sesenta años de democracia en Argentina. Al respecto rescato solamente las palabras del general Sarobe, quien expresara que más grave que el golpe militar que derrocara a Yrigoyen era el precedente histórico que se instalaba frente al devenir. Visión clarividente, corroborada trágicamente en la mayor parte del siglo XX en la Argentina.

En mis actuales setenta y cinco años de vida y, como testigo viviente y trágico de la mayor parte del siglo pasado, una de mis preocupaciones centrales es descifrar, comprender y puntualizar las motivaciones de la decadencia argentina, para establecer su punto de inflexión. Esta actitud va más allá de circunscribir a ésta al estadio -aun trascendente- de la democracia. Aquí fijo mi discrepancia con la visión de Bielsa.

Un economista premio Nobel sostuvo que la Argentina constituye un milagro al revés. El país más pujante de Iberoamérica, que albergó a millones de inmigrantes en las primeras décadas del siglo XX, convertido y sumido en el grave y lastimoso ranking en que se encuentra.

Mi discrepancia con Bielsa va más allá de diferencias de meras fechas como hitos históricos y sus consecuencias. Sin avalarlo, y reconociendo su sesgo fascistoide, el golpe del 6 de septiembre de 1930 fue capitalizado -o si se quiere, "copado"- por uno de los grandes y olvidados -cuando no degradado- políticos y estadistas argentinos, el general Agustín P. Justo. Su muerte prematura dio un giro a nuestra historia. Auténtico liberal, y por ende antifascista. Con connotaciones económico-políticas modernas, con visos heterodoxos condicionados por la grave crisis económica mundial desatada a la sazón.

El punto de inflexión de la verdadera tragedia argentina, económica, política y moral, comienza con el golpe del 4 de junio de 1943. Este cuartelazo producido y motorizado por el llamado GOU (Grupo de Oficiales Unidos) nace con un espurio y fatal -enhorabuena- error de cálculo, cual es que la Alemania nazi ganaba la guerra. (De allí la fulminante decapitación política del abortado primer presidente provisional, el pro aliado general Arturo Rawson).

Luego de la derrota y la pulverización de Alemania nazi, vino la otra historia. La de Perón, ligado indisolublemente al GOU inicial, quien "copa" también su herencia política pero que, frente al giro militar y político internacional, frente a la bipolaridad emergente, inaugura una política de confusos artificios: tercera posición, ni yanquis ni marxistas, planes quinquenales, etcétera, que siguieron invariablemente aislando internacionalmente a Argentina y cimentando las bases y la proyección inicial de nuestra decadencia.

En este punto hago dos reconocimientos. Primero: aunque sin generar un genuino sustento económico perdurable en el tiempo, sólo por la solidez financiera coyuntural estatal de posguerra, la era de Perón fue, atípicamente en el mundo, pródiga en los beneficios sociales que otorgó masivamente, lo cual caló por décadas en la gratitud popular que se transmitió por generaciones. Segundo: las superestructuras montadas en esa era no fueron alteradas en seis décadas. Pero este es otro componente que excede este análisis.

En síntesis, el 4 de junio de 1943 cierra definitivamente en el país la proyección de la generación del 80, que colocara a Argentina en el liderazgo económico y educativo de Iberoamérica.

La extinción del espíritu de la generación del 80 hizo emerger a la superficie oscuras, heterogéneas y confusas gravitaciones políticas: nacionalismos de toda laya, populismos y extremismos que, durante el mundo bipolar emergente de la Segunda Guerra, constituyeron en la práctica la legión de lo que se llamó "idiotismo útil". Pese a las buenas -o ingenuas- intenciones de algunos, fueron el verdadero semillero de la incesante e ininterrumpida marcha de la decadencia argentina.

Así como existe hoy un afán reivindicador de la verdad y la justicia por los trágicos hechos ocurridos en Argentina, así también debe encararse la revisión política del siglo XX, con la valentía de poner "toda la carne al asador", según la expresión campestre. La recuperación y el devenir de Argentina son abismalmente más trascendentes que el afán -o la cobardía- de seguir conservando sus mitos.

Como contrapartida quiero rendir un homenaje a Agustín P. Justo, aun -o por ello mismo- con todas las connotaciones político-psicológicas de un viejo gladiador inmerso entre fuerzas heterogéneas que ya pululaban a la sazón y que manejaba con singular maestría. Este reconocimiento me lleva a un pensamiento atípico y carente de todo rigor histórico y/o científico, pero cuya reiteración no puedo evitar: si Justo no hubiera sufrido una muerte cuasi súbita, la historia contemporánea argentina y su proyección potencial habrían sido otras. Con su fuerte liderazgo político-militar, la influencia de la generación del 80, con el "aggiornamento" de los cambios mundiales, no hubiera cesado.

Nuestro mercado interno, a diferencia del de Brasil, es cualitativo. El flujo de capitales después de la mitad del siglo habría sido proporcionalmente incesante hacia una Argentina reposicionada geoeconómicamente. Soy consciente de lo aleatorio de estas afirmaciones. Lo que sí podría categóricamente afirmar es que hubiéramos estado unívocamente en el campo pro aliado durante la 2ª Guerra Mundial y acompañando política y decididamente a los EEUU como parte indivisible del continente americano, después de la finalización de la misma. Desde esta óptica habría de surgir como una ecuación la existencia de una Argentina normal y en constante progreso económico-social genuino, con los conflictos propios de la época. Habrían quedado sin protagonismo Ramírez, Farell, Perón, Aramburu, Rojas, Onganía, y lo más trágico: Videla, Massera, Galtieri, Firmenich, Santucho...

Si no llegamos a establecer un diagnóstico objetivo, preciso y valiente de las razones de la decadencia argentina y el punto de inflexión de la misma, jamás podremos superar la colosal crisis integral en la que estamos inmersos.

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