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 domingo, 08 de agosto de 2004

"La condena no es la solución, pero no queda otro camino"
"La condenano es la solución,pero no quedaotro camino"

No es ningún secreto que la inseguridad es un problema crucial en estos tiempos y que la problemática de la minoridad es uno de los ítems que el Estado debe abordar con desesperada urgencia y sin más dilación. Porque la delincuencia juvenil se incrementa día a día con significativas pérdidas de vidas y bienes.

Los jóvenes se inician en el campo del delito cada vez a más corta edad. El quehacer delictivo que tradicionalmente estaba reservado a los menores hoy muestra, por un lado, hechos más violentos. Y por otro, que los menores son utilizados por mayores para delinquir basados en la benignidad del sistema penal del menor.

Para quienes delinquen la condena nunca es lo ideal. Menos, para los menores. Para estos, lo aconsejable es implementar medidas o tratamientos tutelares para insertarlos en un ámbito que procure su enmienda y readaptación. Pero no existen establecimientos que permitan esa readaptación. Por lo que, ante la reiteración en el delito, la pena de prisión aparece como posibilidad correctiva de la peligrosidad al no poder dejarlos en libertad ni ser contenidos familiar e institucionalmente.

La pena aquí juega como necesidad de prevención especial para el delito, aunque en el caso de menores a ella debe recurrirse como última ratio. Se ha dicho que el grado de civilización de un pueblo se mide por cómo ese pueblo trata a las minorías. Y los niños, además de su natural indefensión, conforman la más numerosa minoría.

El desafío de un Estado moderno, que pretende un futuro mejor, es atender las urgencias que devienen de la minoridad, aún de la delincuencial. Porque si el sistema penal parte de la idea de que los mayores son readaptables socialmente, mucho más será posible readaptar a los menores. Pero para ellos lucen imprescindibles establecimientos adecuados y personal especializado, donde les enseñen desde comer hasta leer un libro y los formen en la cultura del trabajo.

Esto debe hacerse con una actitud de contención afectiva y no con una actitud militar. La disciplina militar que caracteriza a nuestro régimen penal no debe estar presente en el trato con menores. Un establecimiento adecuado, además, exige de una cobertura en el área de la salud. Hoy no existe una institución de este tipo. Existe el Irar (Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario), en el que por otra parte están alojados muy pocos menores.

La creciente aplicación de condenas a menores no es la solución, pero no nos queda otro camino. El Poder Judicial no puede crear ni costear instituciones específicas. Pero está conminado a dar algún tipo de respuesta, que por otra parte es la que establece ley.

Ernesto Atilio Pangia. Juez de la Sala I

de la Cámara Penal.

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