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 domingo, 08 de agosto de 2004

"La violencia escolar también es reacción al miedo y la impotencia"
Para el psicólogo Belgich, se expresa en hechos lo que no se pone en palabras

Chicos agredidos, profesores golpeados, alumnos que asisten drogados. Esos fueron algunos de los relatos que se escucharon esta semana de boca de la directora de la escuela Leopoldo Herrera, de Casiano Casas al 1000. La situación no sólo obligó a funcionarios del Ministerio de Educación a apagar el incendio, sino que movilizó la reflexión en torno a la organización escolar y a la forma de tratar la indisciplina. Pero para el psicólogo Horacio Belgich, la violencia es también una reacción al miedo, a la angustia y la impotencia de chicos y jóvenes que expresan con hechos lo que no pueden poner en palabras.

Belgich es Autor del libro "Escuela, violencia y niñez: nuevos modos de convivir", e integra "El juego en que andamos", un equipo de formación docente en torno a los derechos del niño. En una charla con La Capital, consideró que "hay situaciones de violencia que están casi instituidas en las escuelas", lo que implica preguntarse qué hay detrás de estas malas conductas y buscar "otros modelos de organización escolar".

-¿Es decir que hoy la violencia forma parte del sistema tanto como el pizarrón, la tiza y el guardapolvos?

-Sí. El nivel de conflicto se vincula también con la fragmentación social en la escuela, la división entre grupos de niños y la rivalidad entre adultos, sean maestros o padres. Además, esta violencia se origina en gran parte en la impotencia, tanto por el lugar que tienen esos chicos en la sociedad como por el espacio que se les deja en el futuro. La violencia suele ser la forma de hacer visible ese malestar frente a los adultos.

-¿Están capacitados los docentes para trabajar con estos adolescentes?

-Bueno, quizás la escuela sea una de las últimas instituciones que aún se encuentran organizadas. La familia atraviesa una transformación cada vez más profunda, lo laboral también. Pero este tipo de episodios marca que las escuelas también se están desfondando.

-¿Cómo puede la escuela superar esto?

-Hay que preguntar qué demandan los chicos para pensar cómo educarlos. Tenemos que saber que se necesita mucho más que contenidos y evaluaciones.

-¿Por ejemplo?

-Yendo al episodio de la escuela Leopoldo Herrera, me preguntaría qué temor y qué desestabilización tuvieron estos chicos para producir esta reacción. Creo que un acto de este tipo estuvo generado por niños con miedo y angustia.

-Lo curioso es que algunos docentes también reconocieron tener miedo de estos mismos chicos...

-Es cierto, pero de lo que se trata es de generar condiciones para que los chicos se puedan encontrar con sus propios afectos. Porque el temor que se revela a través de la violencia puede ser temor al futuro, a la precarización de los vínculos familiares, a la violencia que los padres ejercen sobre ellos. En definitiva, tiene que haber un trabajo que acompañe a la escolarización para dar respuestas a lo que los chicos necesitan. Porque cuando la directora determinó la suspensión, los alumnos la percibieron como una exclusión más de la que ya están sintiendo. Por eso hay que repensar cuál es el sentido de las sanciones y el castigo.

-¿El sistema disciplinario actual está perimido?

-Claro. Porque lo que está en juego no es un baño quemado, ni el temor de los docentes, sino qué generación se está formando y qué nuevos ciudadanos va a tener este país. Hay que configurar un nuevo orden escolar donde el niño tenga posibilidades de decir, de participar, de establecer normas de disciplina. Y hoy la escuela produce una infantilización de los niños.

-¿Qué significa una "infantilización"?

-Se los tutela todo el tiempo, no se les deja posibilidad de que reflexionen cuál es su lugar en el mundo, ni de que puedan gobernarse. Si se abre esta dimensión de la participación del chico y se generan condiciones de autonomía vamos a tener otros niños y otros adolescentes.

-Es cierto. Muchos dicen que en la escuela no se los escucha, o que se aburren.

-Porque dentro del ritual escolar está eso de estar 45 minutos sentados y callados, después el recreo y otros 45 minutos. Hay una burocracia que obliga al docente a cumplir esto. Toda esta organización quizás funcionó bien en las primeras décadas del siglo XX, pero no hoy. La escuela tiene que escuchar a los chicos en toda su demanda, y no quedarse con su sufrimiento sino saber derivarlo. Porque si estos jóvenes hacen lo que hicieron en esta escuela, de algún modo nos dicen que tienen mucho para decir pero no pueden poner palabras a lo que sienten.

C.B.

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Belgich llama a escuchar a los chicos.

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