| domingo, 08 de agosto de 2004 | cartas Cumbia villera Es llamativo el debate generado en torno a la cumbia villera; lo sigo con pasión. Generalmente se convoca a expedirse sobre el mismo a conductores de programas o representantes de artistas, por ejemplo los señores Santillán o Gozalo, que se esmeran en analizar el medio social en que se desenvuelve esa música, pero nada dicen ni respecto a la música, ni a la poética de la misma. El ministro del Interior, doctor Aníbal Fernández, también se expresó (de modo desafortunado) comparando la letra de esa música con tangos emblemáticos de la década del 30, por ejemplo con Cambalache de Enrique Santos Discépolo o "Qué vachaché", de Enrique Cadícamo. La comparación me resulta desafortunada porque, para el caso de Discépolo, encuentro su raíz en la filosofía del pesimismo de Schopenhauer, muy distante del lenguaje canero que se emplea en la actualidad. Como digo, no encuentro que nadie analice ni la música, ni la poética, del tema propuesto, aunque alguno se exprese entusiasta por intereses concretos: programas televisivos, representaciones, o necesidades electorales. Confieso que mis conocimientos musicales no alcanzan para realizar un análisis acabado de la cuestión pero sería interesante que alguien (calificado) explicara cuál es la situación cultural que nos ha llevado a retroceder de una música eminentemente melódica (el tango) a esta música totalmente rítmica, considerando que el ritmo es expresión musical de las culturas menos desarrolladas.
Nilda Díaz, LC 3.042.109 enviar nota por e-mail | | |