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 domingo, 11 de julio de 2004

Entrevista. El sacerdote trazó un análisis sobre los efectos de la miseria
Farinello: "Los pobres suben al micro y no saben si van por Castells o D'Elía"
El sacerdote alertó sobre la utilización política queejercen los referentes de los desocupados barriales

Rodolfo Montes / la Capital

Luis Farinello llega en su Renault 12 modelo 89 a la fundación que lleva su nombre, una casa de barrio en pleno Quilmes. Son las 7 de la tarde y tuvo un día largo, una oportunidad para recorrer todos "sus" barrios, allí donde la pobreza dura es moneda corriente.

El hombre que fue tartamudo hasta los 25 años, y que recuperó la palabra cuando se contactó con los curas tercermundistas en el seminario, está desandando un paso fallido por la política. Volvió de lleno a la tarea parroquial y al mantenimiento de una red de 25 comedores luego de jugar una candidatura a senador en 2001.

En su casa, entre sus libros y a solas con La Capital, Farinello habló de los cruces entre la Iglesia y el gobierno, de los piqueteros, de la relación Kirchner-Duhalde (alguien a quien conoce muy bien: fue su confesor hasta hace tres años), de su decepción con los políticos, de su emoción en el acto del 24 de marzo en la Esma y de la gravedad de la pobreza en la Argentina.

-¿Cuánto de real tiene la tensión entre el gobierno y la Iglesia?

-Cuando monseñor Aguer (obispo de La Plata) lo atacó al presidente, Kirchner no tendría que haberse enganchado. Pero está visto que el hombre es así, un poco calentón. Por supuesto que detrás de las críticas de ciertos obispos está cierta derecha y algunos grupos económicos. Esto es de toda la vida. Yo veo que la Iglesia está perdiendo posiciones y tampoco tiene el peso político de otro tiempo. Pero hay que decir que está quedando peligrosamente circunscripta a las clases media y media alta, mientras que en los barrios pobres de todas las ciudades y pueblos avanzan los evangélicos.

-¿Cómo está desandando su paso por la política?

-Cuando me metí en política ya era grande y sabía bien lo que hacía. Allí encontré compañeros buenos pero también tuve decepciones muy profundas. Para hacer política es necesario tener una cierta malicia: no se puede ser inocente, poner el corazón sobre la mesa y toda la carne al asador. Porque los demás te escuchan, cruzan las piernas, pero no entregan el corazón.

-¿Por qué la experiencia como político no funcionó?

-Con mis votos ingresaron cinco diputados nacionales, cinco provinciales y unos 14 concejales, todos en la provincia de Buenos Aires. Pero hay una ambición personal exacerbada, cada uno hace la suya. Salvo uno o dos, que son mis amigos, los demás no me traen ni un paquete de fideos para los comedores. Con dolor, tengo que decir que me usaron.

-¿Cómo le cae Kirchner?

-Estoy favorablemente sorprendido, no me lo esperaba. Lo que hizo en la Suprema Corte de Justicia, con los derechos humanos, la Esma. Y la negociación de la deuda no es poca cosa. Estas cosas éticas que hizo son muy importantes, pero va a tener que enfrentar nuevas definiciones. O se radicaliza y confirma el cambio o se queda en esto.

-¿Ve algún alivio en los más pobres?

-Hay que decir que este aparente crecimiento económico, en los barrios no se nota todavía. La situación sigue siendo tan dramática como siempre. Lavagna está optando por una especie de crecimiento lento, para no molestar demasiado al establishment.

-Usted lo conoce a Duhalde en la intimidad. ¿Cree que se va a retirar de la política partidaria en serio?

-A mí me dijo varias veces: "Yo soy el pasado, como Menem. Tengo que retirarme, estoy para otras cosas". Creo que Duhalde no quiere más peleas partidarias, él prefiere un lugar como el Mercosur y quedar para el bronce. Ahora, distinto puede ser el aparato que él mismo construyó, que se basa en el dinero, en múltiples cajas políticas. No sé si tienen la misma decisión política que Duhalde.

-¿Cómo observa al movimiento piquetero?

-El reclamo piquetero es legítimo: no podés pedirle al pobre que se quede tirado en la cama esperando morirse. Pero también es cierto que algunos sectores políticos pugnan por intereses propios y utilizan al pobre. Eso me da una profunda tristeza. Los pobres se suben a los micros del grupo que domina tal o cual barrio, pero no conocen la diferencia entre (Luis) D'Elía y (Raúl) Castells.

-¿Se manipula a la gente?

-En las asambleas piqueteras, en la mayoría, hablan los militantes y el resto permanece callado. Las discusiones son demasiado complejas para ellos, son muy pobres, sin ninguna formación, devastados por muchos años de exclusión. Y, además, captados por la lógica de la televisión, por Mauro Viale o por la Copa América. No es sencillo hacerlos participar y reflexionar en términos políticos. De todos modos, siempre hay una minoría, en todos los barrios, muy interesante, lúcida, que trabaja socialmente muy bien.

-¿Cuál es hoy la situación de los jóvenes pobres que llegan a los 30 años y nunca trabajaron?

-Se está dando un fenómeno nuevo en las villas: a las nuevas casitas las hacen sin cocina. Se perdió la mesa familiar, cada uno come por su lado en distintos comedores. Ni siquiera imaginan que esa situación pueda cambiar a mediano plazo. Directamente no construyen un lugar para cocinar y comer todos juntos. Apenas tienen un calentador para el mate.

-¿Usted aportó proyectos laborales que no prosperaron?

-Yo impulsé varios emprendimientos productivos, cooperativos, que fueron al fracaso. Por ejemplo, conseguí todos los elementos y monté una carpintería. Y también conseguí al cliente. Pero me encontré con que los muchachos no tenían desarrollado el hábito del trabajo, ni habían tomado el ejemplo de sus padres. Pasaba que no cumplían el horario, que no se tomaron la cosa muy en serio. No son malos pibes, doy la vida por ellos, pero no logré que ingresen a un régimen productivo en serio.

-¿Cómo va la red de comedores?

-Los tenemos bien provistos, pero igual yo digo que son los "benditos y malditos" comedores.

-¿Por qué?

-La experiencia argentina, y de muchos países, demuestra que el comedor es imprescindible, pero a la vez tiene un aspecto negativo. Si bien es la única alternativa para mucha gente, y no puede faltar, cuando se sostiene en el tiempo el beneficiario se torna un sujeto pasivo. El primer día te agradecen, al tiempo se empiezan a quejar porque la comida es mala y, a la larga, algunos te terminan puteando porque no les das todo lo que te piden. El comedor, a largo plazo, se te vuelve en contra y al pobre lo planchás, le quitás iniciativa.

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"En política es necesario tener malicia", aseveró.

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