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 miércoles, 16 de junio de 2004

La protesta dejó una comisaría destruida, dos autos quemados y varios heridos
Arequito: a un año de la pueblada todavía quedan heridas sin cerrar
Tras el crimen de Luis Cignoli, los vecinos, indignados, salieron a la calle en demanda de seguridad y justicia

Gustavo Orellano / La Capital

Arequito. - Los arequitenses la recuerdan como "una movilización espontánea" en demanda de seguridad y justicia. Sin embargo, nadie reivindica la violencia que signó a la pueblada que protagonizaron, exactamente hace un año, tras el homicidio de Luis Cignoli. "En Arequito no se discrimina", sintetizaron diversos vecinos y referentes en alusión a ciertas actitudes que asomaron por esos días de furia, en los que se llegó a invitar a los familiares de los sospechosos, de humilde extracción social, a que dejaran el pueblo.

En la madrugada del 16 de junio de 2003 Carlos "El Mocoví" Núñez mató de una puñalada a Luis Cignoli, un joven de 29 años, en un incidente callejero. La sociedad arequitense no había digerido aún el aberrante crimen de la joven Stella Maris Godoy y relacionó el nuevo asesinato con familias a las que se vinculaba con el delito. A media mañana se desató una violenta protesta que dejó como saldo una comisaría destrozada, dos autos incendiados y algunos heridos.

La revuelta fue tal que la policía tuvo que usar gases lacrimógenos y munición antitumulto para contrarrestar la furia de los manifestantes que intentaron linchar a un muchacho que había sido demorado en la sede policial como testigo del asesinato. Es que creían -y muchos hoy siguen convencidos- que Jorge Bled, aunque no hubiera pruebas, había sido partícipe del homicidio y, en un rapto de irracionalidad, quisieron hacer justicia por mano propia.

A través de la televisión, la pueblada llegó a todo el país mostrando la reacción de un pueblo históricamente tranquilo -como tantos del sur santafesino- cansado de la inseguridad. A la pueblada siguieron asambleas populares para consensuar demandas y se elevó un petitorio que exigía entre sus puntos la visita del entonces gobernador Carlos Reutemann, quien nunca fue, a pesar de las promesas.

En la primera de esas asambleas, realizada en la plaza tras el funeral de Cignoli, surgieron posturas discriminadoras como la de expulsar del pueblo a los delincuentes y a los familiares de los sospechosos. Finalmente eso no sucedió, aunque la reacción impulsiva le costó a Arequito aparecer ante todo el país como una sociedad xenófoba, calificativo que molesta a muchos arequitenses que se esfuerzan por defender la integración social. Y si bien se reconoce que hubo exabruptos para con las familias que viven en la villa, nadie acepta que Arequito siga "soportando injustamente" el estigma de la discriminación porque "aquí convivimos todos", dicen.

"Nunca estuve de acuerdo con echar a nadie del pueblo. Hay que trabajar para integrar a la gente que no puede o no sabe compartir", dijo la docente Griselda Re, pionera de las marchas para reclamar seguridad y justicia tras el crimen de Godoy. "Hubo actitudes discriminatorias tras la pueblada -reconoció- pero este siempre fue un pueblo de puertas abiertas".

"Arequito no discrimina como plantearon medios de grandes ciudades donde, precisamente, la gente no se mezcla tanto como aquí", consideró la conductora del noticiero del cable local, Rosana Scaglione, y agregó: "Actitudes discriminatorias lamentablemente hay en todos lados, pero querer ponerle ese mote a Arequito es un error porque en general no tenemos problemas de convivencia entre sectores sociales".

Sin embargo, vecinos radicados en el sector periférico del pueblo -al que algunos llaman "la villa"- aseguraron que no todos los pobladores los tratan bien. "Después de la pueblada nada cambió, para muchos seguimos siendo los negros de la villa y nada más", dijo una mujer que prefirió no revelar su nombre. En ese barrio vive Jorge Bled.


El destierro
El joven Bled volvió hace unos nueve meses a Arequito tras vivir un tiempo en la casa de unos amigos casildenses por razones de seguridad, ya que un gran sector de la sociedad arequitense lo sigue vinculando con el homicidio de Cignoli, aunque no hay elementos para que la Justicia lo incrimine. "Tengo fe de que algún día la gente entienda que no tengo nada que ver con ese crimen y empiece a respetarme", dijo Bled.

"Lo que estoy viviendo es muy duro. Nadie me da un trabajo estable y vivo de las pocas changas que consigo", agregó, antes de confesar, al borde del llanto: "A veces tengo ganas de suicidarme".

Luego de la pueblada el gobierno provincial relevó a los efectivos de la comisaría local y la dotó de mayores medios. Pero cuando se aquietaron las aguas todo volvió a hacer como antes. Al menos así lo señaló el jefe comunal Jorge Alvarez, quien era diputado provincial al momento de la pueblada. "Los vehículos que había mandado el gobierno estuvieron sólo un tiempo. Necesitamos más efectivos y recién ahora recibimos una camioneta, aunque tenemos el compromiso de la jefa de policía, Leyla Perazo, de reforzar el personal", explicó.

Alvarez aseguró que se trabaja en las escuelas con un gabinete psicopedagógico y se promueven acciones tendientes a la integración social. "Aquí no se trata de echar a nadie, pero estamos evitando que venga a trabajar al pueblo gente con antecedentes delictivos", señaló.

A lo largo de este año fue desapareciendo el espíritu movilizador. "En la gente está la permanente sensación de no olvidar lo que pasó, pero ya desaparecieron, por distintas razones, las reuniones públicas", dijo Re, quien está de acuerdo con la protesta pero no con la violencia. "Con la pueblada -sostuvo- no se consiguió nada más que un parche para tapar el problema, pero no hay medidas de fondo para que la gente vuelva a confiar en la policía, que sigue mangueando en los comercios, mientras los robos continúan".

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La revuelta fue reprimida por la policía.

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