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 miércoles, 16 de junio de 2004

¿Desconocimiento de la realidad?

Con una frialdad digna de un asesino en serie, los políticos de distintos sectores (no ideologías porque nadie la tiene) siguen adjudicándose para sí el título de honestos y poseedores de la verdad, y para el contrario el de corrupto y mentiroso. Continúan centrando de esta forma, el tema de discusión, lo más lejos posible de la realidad. Y la realidad es que el Estado está enfermo de cáncer. Una ilustrada clase dirigente, que no acepta esta realidad, se empeña en seguir manejando la caótica situación pública desde una posición abstracta y pretende curar los males que aquejan a la República con una aspirina, cuando no un chupetín. En un vano intento de cambiar el curso de los acontecimientos, intentan enamorar (nueva terminología en el ámbito político) al ciudadano, o reconciliarse. Eso sí, siempre utilizando nuevas propuestas, negándose -de esta forma- a sí mismos el valor de la experiencia, que a estas alturas indica, que no pueden existir más paños fríos -ni propuestas- y que el cambio, en la responsabilidad de los administradores de la cosa pública, debe ser radical (no UCR). Los miembros de los tres poderes del Estado deben comprender que no existe un camino distinto que realizar -al menos- una administración eficiente y eficaz de los recursos, si la realidad indica que están incapacitados para gobernar. Y si su conciencia se lo indica, sentar las bases para que un cambio en el sistema electoral, de mayor representatividad. Un cambio que condicione a futuros gobiernos para realizar una transformación de nuestra actual democracia, administrativamente anárquica, en una moderna y práctica, que asegure el sustento de este tipo de gobierno. Solo ellos -los políticos- pueden engañarse y negar que el actual sistema representativo proporcional, con sus variantes, lista sábana, ley de lemas, tachas, sistema binominal, y todas las variantes que puedan producir los alquimistas políticos, para defender este nefasto sistema, es el cáncer linfático que atacó el cuerpo de la República, porque facilitó la atomización de la oposición y concentró en las cúpulas partidarias el manejo del Estado, a espaldas de la ciudadanía.

Julio R. Sánchez



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