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 sábado, 24 de abril de 2004

El control de la velocidad con radares redujo a la mitad los accidentes fatales
El Consejo Federal de Seguridad Vial considera a la provincia de Santa Fe un ejemplo en la materia

Cerca de 10 mil personas mueren anualmente por accidentes de tránsito en la Argentina y, al margen de algunas campañas de prevención, sigue siendo la alta velocidad la causa principal. Una forma disuasoria -muy resistida por los conductores- contra este problema son los cinemómetros, más conocidos como radares, que constituyen una forma no agresiva de controlar los excesos de desplazamiento vehicular en las zonas urbanas. En los lugares de la provincia de Santa Fe donde se aplicó el sistema dio buenos resultados porque los promedios de circulación se redujeron considerable y los accidentes de tránsito disminuyeron en un 50%.

A nivel internacional ocurre algo similar. En el Reino Unido, por ejemplo, el mecanismo provocó que la mitad de los automovilistas bajaran en un tercio la velocidad ante la presencia de las cámaras de control.

Cuando se conduce en una ruta nada resulta más cierto que el slogan "la velocidad mata", porque al ocurrir un impacto cuanto más rápido vaya el vehículo mayor será el perjuicio del conductor, sus acompañantes y hasta los ocasionales transeúntes.

El tiempo y la distancia para evitar un choque dependen del acelerador, por eso a menor rapidez hay más oportunidad de frenar y controlar el rodado. Así, resulta fundamental apuntar a la reducción de la velocidad para que baje la tasa de accidentes. En relación al número de vehículos circulantes, la Argentina es una de las naciones que mayor mortalidad tiene por episodios de tránsito, situación que según el Banco Mundial le cuesta por año el dos por ciento del Producto Bruto Interno, más precisamente entre cinco y seis mil mil millones de dólares, un triste récord que lo lleva a tener unas ocho veces más cantidad de víctimas fatales que en los países desarrollados.

Desde la Cámara de Empresas de Control de Infracciones de Tránsito, Bernardino García, aclaró que "al comenzar a aplicar los controles estimativamente el 18% de los vehículos excede la velocidad, hoy en Santa Fe donde hay radares sólo el 3% transgrede las disposiciones. Estas cifras se dan también en la Capital Federal, donde el promedio de velocidad de circulación bajó un 30%".


La más avanzada
García destacó que "según el Consejo Federal de Seguridad Vial, la provincia de Santa Fe representa un ejemplo porque es una de las más avanzadas en la aplicación de estos controles. Por eso, resulta ilógico pensar que se esté estudiando la suspensión de los radares porque con esa medida la gente volverá a desarrollar altas velocidades con sus coches y, consecuentemente, aumentará la cantidad de muertes".

"Cuando salió la nueva ley de radares -que no está reglamentada-, los municipios y comunas tomaron los aspectos más importantes, bajaron el valor de las multas y aplicaron un apercibimiento para la primera infracción. La reglamentación está demorada porque en la Subsecretaría de Transporte se está debatiendo si conviene más colocar lomos de burros, cuando los radares ya han demostrado que usados con sentido preventivo y educativo son muy eficaces para evitar trágicos accidentes, incluso en distintas partes del mundo", aseguró García.

Acerca de los lomos de burro señaló que "en muchas ocasiones en vez de prevenir los accidentes los provocan, porque son un obstáculo físico que en más de una oportunidad tienen medidas excesivas y causan impacto que terminan causando roturas en los vehículos, con las derivaciones que implican".

Las estadísticas comprueban que en muchos casos -ya sea por temor a ser multados o por responsabilidad- la mayoría opta por rebajar la velocidad al aproximarse a una zona donde hay instalado una cámara de control. "El radar no tiene la culpa de los malos usos o desmanejos de muchos jefes comunales o de las empresas que no están adheridas a nuestra entidad. En Santa Fe, del total de multas emitidas sólo se pagan el 10%, en Capital Federal el índice es mayor porque cuando la gente recibe una multa la abona enseguida porque sabe que después le aumenta el importe. En esta provincia se busca el tráfico de influencias para no pagar, pero después de uno o dos años tienen muchos recargos", afirmó García.

Los estudiosos del tema a nivel internacional afirman que no se debe levantar este tipo de control y que se tiene que perfeccionar el sistema para evitar accidentes. En el Reino Unido, el uso de cámaras está permitida por una ley de tránsito desde 1991. La emisión de notificaciones de infracciones produce reacciones adversas pero disuade, ya que la mitad de los conductores baja un tercio la velocidad ante la eventual existencia de una cámara de control.

"En la Argentina pareciera ser que el culpable de la infracción es el radar o la comuna y no el conductor. Si se tiene un sistema que ha permitido reducir a un 40% los accidentes fatales no tiene sentido dejar de aprovecharlo", remarcó.


Revisión y calibración
En la Argentina la revisión y calibración técnica de los radares se realiza anualmente bajo la estricta mirada del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti). Los radares fijos no sólo miden la velocidad, también contabilizan la cantidad de autos que circulan por un lugar y los horarios.

El sistema de radares está compuesto por tres partes: los sensores, que están ubicados debajo de la cinta asfáltica y miden el momento en el que un auto entra y sale de su campo magnético; el procesamiento de los datos, que son enviados a una central, y una cámara de fotos. Al recibir los datos de cada auto que pasa, la central los procesa y, si corresponde a una infracción, hace registrar la imagen.

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El empleo de aparatos no reglamentarios provocó la desconfianza en el control de la velocidad.

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