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 sábado, 24 de abril de 2004

Charlas en el Café del Bajo

-En México parece que hay una institución que cada tanto organiza un concurso de cartas de amor y se premian las mejores misivas vinculadas con este sentimiento que a veces provoca tantas angustias.

-Pues es el concurso "Antonio Villalba" de Cartas de Amor, hermanito.

-¡Eso, eso! Pues bien, un amigo del país de los aztecas y los mayas me ha enviado una misiva que salió premiada, es de su autoría y la escribió luego de su divorcio. Como según datos estadísticos en Rosario hay más divorcios que casamientos, no es inoportuno reflejar una realidad que aparece cuando el amor se acaba en la pareja. Esta carta muestra no sólo la tragedia del amor muerto (porque cuando se muere el amor se produce una tragedia que en ocasiones viene acompañada de frialdad y resentimientos) sino la pena en ese corazón que aún sigue sintiendo.

-Léala, por favor Candi.

-"Estimada esposa: ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al notario y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal. Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo. Cosas que deseo conservar: la carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina. El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atreví a dirigirte la palabra. El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar. La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche en que por fin dormimos juntos. La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho. El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor. Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel. Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos y también las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti. Y estas son las cosas que puedes conservar tú: los silencios. Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina. El sabor acre de los insultos y reproches. La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío. Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa. El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él. Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle. Jorge y Cecilia... Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener. Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etcétera) sólo quiero comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso... objetos. Por último, recordarte el número de teléfono de mi abogado, para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento. Afectuosamente, Roberto".

-La separación, el divorcio, la muerte del amor y el derrumbe de la pareja ¡Qué tema! Sobre todo esa tensa distancia que sobreviene en muchos casos de separación y que, como muestra la carta, se trasunta en hablar a través de los abogados. ¡Qué tristeza! ¿Por qué sucede esto, Candi? ¿Por qué se llega hasta el odio luego del amor?

-Mañana desarrollaremos este tema para que participen también los lectores. Lo que es incomprensible es que junto con el amor se corten todos los lazos y virtudes que deberían perdurar, como la solidaridad.

Candi II

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