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 sábado, 24 de abril de 2004

La ayuda de los rosarinos fue esencial

En el Centro de Formación Profesional Nº1 todo es actividad. Aunque el recorrido que hará La Capital le permitirá saber que la inundación del Salado de un año atrás dejó rastros que todavía no han sido superados, la primera impresión que se tiene es la de que, sencillamente, el agua por aquí no pasó nunca.

Sin embargo, cuentan los directivos Omar Bauzá y José Rossi, el agua bien que se hizo sentir. Lo dicen las manchas que persisten en las paredes, los equipos que aún hoy no se pudieron reparar, el mobiliario ondulado y cuarteado, las computadoras que no se pudieron reponer.

Pero el centro de capacitación, al que concurren en tres turnos más de quinientos alumnos para aprender todo tipo de oficios que les permiten tener rápida salida laboral, ha podido dejar atrás la noche negra que "regaló" la inundación. Fue cuando el agua llegó al metro sesenta y docentes y alumnos debieron evacuarla con gran pena y quedé el interrogante central de si alguna vez podrían regresar.

Por cierto que lo hicieron, varias semanas después de producido el ingreso del agua, y de inmediato comenzaron, docentes, alumnos, padres, vecinos, a recuperar y reparar lo que se pudiera. Pero no alcanzaba. Fue entonces cuando llegó, en cantidades inesperadas, la concreta solidaridad de los rosarinos.


Obreros del Swift
Cuenta Bauzá que a través de Gustavo Vittori, presidente de la Bolsa de Comercio de Santa Fe, tomó contacto con el Centro de Corredores y Consignatarios de Cereales de Rosario, que donó 21 mil pesos en materiales, mientras que la Fundación Cargill aportó equipamientos por un total de 46 mil de la misma moneda. Antes había donado 9.800 para las primeras tareas de limpieza que debieron hacerse con rapidez, para que el lodo y las materias fecales no terminaran de afectar herramientas y equipos. Es que se perdió mucho, entre maquinarias y herramientas. Bauzá estima que el centro tenía antes de la inundación un equipamiento del orden de los 250 mil dólares.

Hubo más donaciones, por ejemplo la de la empresa Alba, que entregó 360 litros de pintura, y más aún la de la Embajada de Francia, que concurrió con un aporte de elementos por 93 mil pesos. La legación gala donó dos computadoras y los obreros del Swift de Villa Gobernador Gálvez hicieron una "vaca" para comprar la tercera PC. Acíndar, a su vez, donó papelería.

"Está todo inventariado", aclara el director al tiempo de precisar que por la escuela "no ha pasado un solo peso" porque todo lo recibido lo ha sido en equipamiento, en tanto que el Estado provincial a través del Ministerio de Educación concurre con la insólita suma de 153 pesos mensuales.

En el Centro se están recuperando aún los materiales que dañó el agua, mientras que en el taller respectivo se confecciona nuevo mobiliario. La participación de los alumnos en la recuperación del propio establecimiento resultó fundamental, una tarea que aún hoy continúa.

"En este Centro de Formación damos salida laboral en un sector de la ciudad que mucho lo necesita, de esta manera también contribuimos a sacar a los muchachos de la calle, a volverlos útiles". Es una realidad palpable en la bulliciosa tarde en que visitamos la escuela, ganada por la actividad que, por supuesto, sirve para aventar los fantasmas que quedaron de aquel fatídico 29 de abril.

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