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 sábado, 20 de septiembre de 2003

En el Día de los Novios La Capital recuerda los "cabezazos" y los besos en el zaguán
Cómo nacía el amor hace 50 años
Las mujeres iban a bailar con sus madres y se chapaba en el cine. Cuáles eran los pecados de esa época

Carla Rizzotto / La Capital

Año 1945. 21.30. Salón del club Gimnasia y Esgrima de Rosario. Ellos esperan el momento justo para dar el "cabezazo" matador; o dicho en términos contemporáneos, para sacar a bailar. Y ellas ruegan "no planchar" esa noche; es decir, no quedarse sin pareja. Es que está prohibido bailar separados; ni hablar de chapar (apretar) en el medio de la pista. Bajo ningún punto de vista podían atreverse a semejante demostración delante de sus madres. Sí, las chicas bailaban boleros o tangos bajo la atenta mirada de algún familiar. Así, en esas limitadas circunstancias nacían los noviazgos, los formales y los más liberales. Veinte años más tarde ciertos permisos se ampliaron, pero nunca al punto de acostarse a las 6 o llevar al novio a dormir a la casa de los padres como pasa ahora. Hoy, en el Día de los Novios, La Capital cuenta cómo se las ingeniaban hace 50 años los enamorados para mantener en pie su relación.

Ana Elide tiene hoy 76 y se acuerda hasta con detalles los trucos que debía implementar para ver a Manuel, su primer novio y después marido. "Por suerte", dice, siempre contaba con la complicidad de su madre para concretar la huida. "Mi papá era tremendo, por eso mamá me hacía pata y me mandaba a la carnicería para que viera aunque sea un ratito a mi novio", cuenta.

Muchos ni siquiera podían ir solos al cine. Pero como en todos los casos, siempre había algún recurso al cual echar mano. "Mi primer noviecito, que no fue mi marido Federico, se sentaba en la sala en el asiento de atrás y me hablaba. Jamás se sentaba al lado", relata Perla, de 77 años. Riéndose de ella misma, la mujer recuerda con algo de envidia cómo chapaban las otras parejas en el primer piso y en las últimas filas del entonces cine Broadway, hoy convertido en teatro. Esos sí que eran rincones especialmente reservados para los "pecados".

Desde ya los novios no se veían todos los días, y cuando lo hacían, era en general en la casa de la dama y nuevamente con la marca personal de algún familiar que sacrificaba horas de sueño para seguir de cerca a los enamorados. "Mi papá tampoco me dejaba hablar por teléfono, pero de alguna manera me las ingeniaba", asegura Perla.

Ahora suena aterrador, pero ellas estaban acostumbradas a llegar al baile con la madre o la tía. "Jamás fui sola", confiesa Ana Elide. Por eso es que estaba casi prohibido besarse en el "asalto". Algunas, las más "ligeras de casco", lo concretaban; pero no era lo habitual.


Diez años más tarde
Corría 1955 cuando Rita, quien hoy tiene 64 años, iba a bailar. La mujer recuerda con precisión los tipos de orquesta que sonaban, algo que no es casual. Es que en esos tiempos, una condición para "no planchar toda la noche" era bailar bien. Y ella -según confiesa- lo hacía más que bien. Estaba la orquesta característica (que tocaba pasos dobles, balses y rancheras), la de jazz y la típica (que se encargaba de los tangos y las milongas).

Lo que Rita también recuerda como si fuera hoy es cómo eludía los "cabezazos" no buscados. "Si alguno te cabeceaba y vos no tenías ni cinco de ganas de bailar con esa persona te hacías la que mirabas para otro lado", cuenta.

A Juan Carlos (57) la década del 60 lo encontró en plena época de noviazgo o de intentos de noviazgo. El es uno de los indicados para dar detalles sobre la técnica del cabeceo. "Era una forma de no quedar en evidencia, te vendías menos que si ibas a preguntar directamente", expresa. Pero de acuerdo a sus estimaciones, esa forma de sacar a bailar decayó a mediados de esa década.

Pasaban todo tipo de música: de Los Plateros, Palito Ortega, Frank Sinatra, Ray Conniff, Leo Dan y hasta Los Beatles. En ese entonces los boliches abrían a las 22.30 y terminaban a las 3, y los domingos empezaban a las 19 y cerraban a las 24.

Pero para los hombres había una especie de after hour (después de hora). Y la que lo recuerda perfectamente es Ana María (52), esposa de Juan Carlos: "Me dejaba a mí en casa y se encontraba con los amigos en el bar Augustus (Córdoba y Corrientes). Ahí se quedaban hasta las 5 más o menos".

Ana María cuenta su experiencia comparándola con los tiempos actuales. Por eso habla de que sus relaciones fueron "mucho más formales" que las que tienen sus hijas. "De ninguna manera me quedaba a dormir en la casa de mi novio; y tampoco nos encerrábamos en la pieza, nos quedábamos en la sala, el living o el comedor diario. Es más, tampoco manifestábamos nuestro amor delante de nuestros padres", dice.

Pero más allá del detalle de situación que brindó, Ana María confiesa que "se hacía lo mismo que ahora pero más escondidos". A la hora de chapar no había nada mejor que el zaguán o los boliches "más oscuros", como Baltazar (Rioja y Corrientes), Rojo 7000 (ruta 9 a la altura del arroyo Ludueña) y Cachabacha (frente a la plaza López).

Tal vez sea por las escapadas y las mentiras piadosas que debieron inventar o porque ya se adaptaron a los tiempos que corren, lo cierto es que tanto Perla como Ana Elide no se asustan de las relaciones de hoy. Es más, las aprueban. "Me encanta que los chicos manifiesten su amor en público. Y que puedan confiar en sus padres, porque lo que a mí me desesperaba era justamente eso, que mi padre no me haya tenido confianza", revela Ana Elide.

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