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 sábado, 16 de agosto de 2003

Nueva York mostró su coraje y su hastío

En algún momento de la medianoche de ayer, el coraje optimista en Times Square se convirtió en enojo. "Un par de horas sin energía en una calurosa noche de verano está bien", dijo Albert Brownstein. "Pero esto es demasiado. ¿Quiénes somos? ¿El mejor y más poderoso país del mundo o una república bananera sin energía?, preguntó este banquero en un juego de palabras con "power", que en inglés significa tanto poder como energía eléctrica.

Pocas horas antes, el apagón había desatado el temor, no el pánico, en Nueva York. El alivio llegó pronto: autoridades y medios anunciaron que no se trataba de un atentado terrorista. El mismo George W. Bush se encargó de asegurar a la opinión pública que no había indicios de un ataque.

"Entonces descorchamos la champaña y bebimos un trago camino a casa. ¡Qué suerte, no es un nuevo 11 de septiembre!", suspiró irónicamente Brownstein.

Muchos hicieron bromas ayer, pero algunas sonaban realmente sarcásticas, ya que amplias zonas de Manhattan, Brooklyn y el Bronx seguían sin suministro eléctrico, los televisores estaban apagados y las temperaturas en las viviendas superaban los 40 grados centígrados por falta de aire acondicionado.

Algo que crispó los nervios de muchos era que el alcalde Bloomberg diera consejos sobre verdades de Perogrullo. "No consuma carne que estaba almacenada en los heladeras que dejaron de funcionar, cuídese ante una intoxicación alimenticia", dijo.

Cientos de miles de personas no pudieron llegar a sus trabajos debido por el paro de los subterráneos. Tampoco hubo un reemplazo del servicio ferroviario por autobuses. En cambio, hubo un consejo del alcalde: "Tómese un día libre, así como durante una fuerte tormenta de nieve".

En la Grand Central Station, desde donde parten los trenes a las verdes afueras al norte de Nueva York, todo dejó de funcionar. Los hoteles de toda la zona colmaron su capacidad, a pesar de algunos súbitos aumentos de 150 a 450 dólares. "Se recomienda con urgencia no utilizar los medios de transporte público", se escuchó en la radio.

Miles, cuando no decenas de miles, convirtieron al Central Park en un gigantesco happening. "Nunca había visto tantas velas aquí", dijo Rebecca Fletcher, una enfermera de Brooklyn. "Como no hay luz en ninguno de los rascacielos alrededor, nuestro mar de velas es bastante útil".

El happening pasó a ser pronto una noche de sueño sobre el parque. "¿Y si esto hubiera pasado en medio del invierno?", se pregunta Fletcher. Ninguna de las 30 personas a su alrededor estaba despierta para contestarle.

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