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 sábado, 24 de noviembre de 2007  
Un pastor que se jugó por los perseguidos
Elvio Brisaboa, ex capellán carcelario, ofició de nexo entre los presos políticos y sus familiares

Eduardo Valverde / La Capital

A la hora de historiar la relación entre la Iglesia Católica y la dictadura procesista, es fácil distinguir páginas tenebrosas, en donde dignatarios eclesiásticos colaboraron directamente en la comisión de delitos aberrantes, tal cual se ventiló en el reciente juicio al cura Christian Von Wernich, condenado a cadena perpetua, y capítulos luminosos, como el que protagonizó el sacerdote Elvio Brisaboa, quien celebra hoy sus 50 años de sacerdocio.

   Los casos de Von Wernich y de Brisaboa pueden considerarse como paradigmáticos de las dos caras que ofreció la Iglesia argentina en los años de plomo.

   Si ajustamos la lente sobre el horror de aquellos días, podemos ver cómo dos pastores del Evangelio (que por definición eclesial deben velar por la suerte de los humillados y ofendidos, de los “perseguidos por la Justicia” que “serán bienaventurados”, como anunciaba Jesús) tuvieron comportamientos totalmente opuestos, a la hora de dar testimonio de su fe en momentos difíciles.

   Ocupando funciones pastorales similares, ya que Von Wernich era por esos años capellán de la Policía Bonaerense de Ramón Camps, en tanto Brisaboa se desempeñaba como capellán del Servicio Penitenciario Federal U7 con sede en Resistencia (Chaco), en ese momento atestado de presos políticos, muchos de los cuales habían estado desaparecidos, el primero colaboró estrechamente con los esbirros de la dictadura, avalando la tortura, mientras que el segundo consoló a los perseguidos políticos y, poniendo en riesgo su vida, sirvió de nexo entre los detenidos y sus familias, evitando su aislamiento.

Precisamente como consecuencia de esa praxis entre los detenidos, Brisaboa fue sometido a incontables presiones por parte de las autoridades del penal, y según el padre Joaquín Núñez, quien estaba allí detenido por su militancia, asegura que sufrió un atentado en la ruta.

   Brisaboa nació en Rosario, en 1927, y fue ordenado sacerdote por la Orden de los Salesianos en 1957. Con su ejemplo de vida, dignificó la trayectoria de su orden, haciendo suyas las palabras del asesinado obispo riojano Enrique Angelelli, quien reclamaba a sus pares tener “un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo”.

   Otros salesianos que honran a la Iglesia están el ya fallecido obispo de Neuquén Jaime De Nevares y el sacerdote Rubén Capitanio.

   Como homenaje a la tarea de contención de Brisaboa, ex presos políticos de Chaco dieron su nombre a la asociación que los nuclea.
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El cura salesiano Elvio Brisaboa siempre tiene “un oído en el Evangelio y otro en el pueblo".


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