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domingo,
18 de
noviembre de
2007 |
El consejo barrial, una barrera a la exclusión
En los barrios Santa Lucía, La Palmera y Santa Clara los vecinos tomaron la iniciativa
Andrés Abramowski / La Capital
La idea va tomando forma: representantes de las instituciones de la zona se reúnen todos los jueves con vecinos que manifiestan sus inquietudes y necesidades. Se debaten problemas comunes y se intentan canalizar soluciones. Algunas serán elevadas como quejas, otras como proyectos que se definirán en recintos legislativos. Así, tal vez algún día el barrio Santa Lucía cuente con calles que lo conecten con el resto de la ciudad para salir del aislamiento. Y probablemente los cortes de energía dejen de ser un mal endémico. Y quizás la contención para los chicos acechados por la droga y la delincuencia pueda ir más allá de una copa de leche.
Vecinos de los barrios Santa Lucía, La Palmera y Santa Clara tomaron la iniciativa de modificar su realidad y tratar de mejorarla. Así de sencilla y compleja es la tarea de crear un consejo barrial de salud, educación y cultura. Las reuniones comenzaron hace cuatro meses, con la participación de todas las instituciones: el Centro de Salud Municipal Santa Lucia, el Centro Crecer Nº 13, las escuelas Nº 1.208 y Nº 1.375, y los centros comunitarios Rayito de Sol y Gauchito Gil.
“Se plantea como lugar de encuentro de los vecinos con las entidades para debatir todas las necesidades en función de brindar mejoras a los vecinos”, dijo Jorge Brizuela, titular de Rayito de Sol.
Al sur del acceso a la autopista a Córdoba, pegado a Circunvalación, Santa Lucía comenzó a formarse hace unos ocho años con gente proveniente de villas relocalizadas o sitios expropiados. Si bien los problemas no son tan distintos a los de cualquier otro sector humilde de la ciudad, estos 10 mil habitantes comparten una historia común particular. Especialmente en lo referido a los dos accesos al barrio: una calle serpenteante que desemboca en Pellegrini y una suerte de paso a nivel que en realidad no lo es, debajo de un puente, en un terreno que la concesionaria de ese ramal ferroviario pretende cerrar.
Interferencia. Pero los problemas en común no discriminan. “A veces siento que estamos en el norte”, dice cuidadosa y tímida Ramona Soto, lamentándose todavía de que en el dispensario hayan tirado medicamentos que se echaron a perder después de dos días sin luz. Como tantas madres del barrio, la mujer de 39 años sabe que la salud de los chicos no puede esperar a que se cumplan esas promesas que escucha desde hace años.
Esa interferencia de la realidad con la salud de los hijos es uno de los orígenes de este proyecto de democracia participativa surgido de un planteo de un grupo de mujeres ante centro de salud municipal, por algunos problemas. “A partir de esa reunión —recordó Gabriel Rodríguez, empleado administrativo de esa dependencia— se propuso tratar de crear un consejo de salud que compartiera saberes y puntos de vista de técnicos y vecinos para arribar a soluciones en común”.
Las reuniones de los jueves enseguida convocaron a referentes de las otras instituciones y empezaron a definir tres objetivos principales: sumar a todos los vecinos que quieran expresar sus deseos y necesidades; compartir los recursos entre las instituciones para acelerar las respuestas y definir en conjunto los problemas, que van desde las deficiencias de los servicios de agua, luz, alumbrado, transporte, cloacas hasta la violencia, las adicciones y el delito.
Entre los objetivos de este consejo está relacionarse de otra manera con la ciudad de la que hoy se sienten excluidos. “Queremos que la gente de otros barrios quiera venir a Santa Lucía”, dicen. El trabajo recién empieza.
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Fotos
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Las reuniones comenzaron hace meses en los centros de salud Santa Lucia y Crecer Nº 13.
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