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domingo,
18 de
noviembre de
2007 |
Una ciudad con escasa conducta vial
Recorrer en auto, en colectivo o a pie las calles del área central de Rosario puede convertirse en una verdadera carrera de obstáculos. Predominan los embotellamientos, las trabas para cruzar una calle, el mal humor de los conductores y, sobre todo, la falta de consideración hacia el otro.
Miércoles 14 de noviembre, 12.30. En MItre 570 —microcentro de la ciudad— una pick-up en clara infracción descarga cajones en una verdulería. Por la misma arteria, pero pasando Urquiza, un Peugeot 205 blanco ocupa los primeros metros de la cuadra, en la parada de taxis y sobre la senda peatonal. Por Urquiza, otro auto de la misma marca obstruye la parada de los ómnibus.
En Catamarca y Entre Ríos, el conductor de un taxi no tuvo alternativa y se paró en la ochava para que suba un pasajero. Es que cuatro rodados ocupaban su lugar: una Renault Kangoo, un Renault 19, un Fiat Duna y una chata Isuzu.
Las escuelas, un caos. En las colegios la gente se mueve con total impunidad. Eduardo, con 20 años al mando de un colectivo escolar ratifica esta impresión frente al Colegio San Bartolomé (Tucumán al 1200): “Es un desastre. Tenemos que estacionar en doble fila porque a nuestro lugar lo ocupan los padres. Se traba el tránsito y se pone en riesgo la vida de los niños”, reflejó.
En el Colegio San José (Presidente Roca al 100) se vive la misma situación. A las 12.50, desde Salta hasta Jujuy, una hilera de coches parados en doble fila dificulta la circulación .
Cuando el semáforo de Salta y Presidente Roca habilita el paso, comienza el atolladero: bocinazos, frenadas y chicos cruzando entre medio de autos. Los choques no se producen por milagro.
Los transportistas no tienen otro remedio que esperar casi a mitad de la calle. Una escena que se repite de lunes a viernes en muchas escuelas donde brillan por su ausencia los inspectores de Tránsito.
Saliendo del microcentro, en Alvear y Brown, tres ochavas son ocupadas por los taxis mientras sus conductores descansan en la estación de GNC. “Es constante, no respetan nada. El colectivo no se puede arrimar al cordón porque siempre hay un taxi o un particular. Se meten en contramano por Alvear para entrar en la estación, en vez de dar la vuelta a la manzana”, relató un vecino.
La Capital viajó en un colectivo, desde Pichincha hasta el microcentro. El conductor debió sortear varios autos mal ubicados. Y en una sola parada pudo poner el coche paralelo al cordón, como lo indican las reglas de ascenso y descenso de pasajeros.
El trabajador sumó otro escollo a la hora de detenerse en las paradas: los contenedores de residuos. “Los dejan en cualquier lado”, reseñó el chofer.
“Mirá, la grúa se está llevando un Escort que en la vuelta anterior no me dejaba estacionar”, advirtió de golpe a este diario.
Y, al doblar por Paraguay hacia el sur, el hombre, con 20 años al volante, se llevó otra sorpresa: había una chata y un taxi estacionados en doble fila. “Porque es del Correo Argentino para en cualquier lado”, se quejó Francisco mientras manejaba el 137 de Las Delicias.
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