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sábado,
13 de
octubre de
2007 |
El Estado moroso
Walter Palena / La Capital
Hemes Binner, mucho antes de ser electo gobernador y mientras transitaba su lento camino a la Casa Gris, insistió en reiteradas oportunidades en calificar de “moroso” al Estado provincial. Ahora, el socialista decidió juntar en un mismo gabinete a personas de su extrema confianza y deberá demostrar que la “lentitud” no está incrustada en el gen santafesino.
Pero a no engañarse, la rosarinidad del gabinete no implica necesariamente celeridad inmediata. Porque si hay algo que define a la burocracia es, precisamente, su morosidad intrínseca. Y de esto saben mucho los que detentan el poder real en Santa Fe.
Le tocará a Binner desentrañar los vicios de un aparato estatal capitalino que se fue enhebrando no desde la restauración democrática, sino desde su fecha de fundación. Fue mutando con gobiernos civiles y militares, cambiando sus formas, pero sigue fiel a su esencia.
Hay nombres en el gabinete de Binner que han demostrado ser funcionarios probos. Han sido colocados a la cabeza de ministerios y secretarías. Son cargos políticos surgidos por la legitimidad que otorga el poder de las urnas.
Sin embargo, existen otros estamentos poderosos que son para el ciudadano tan invisibles como el funcionario que lo ocupa. Un mundo subterráneo, con personajes kafkianos que arribaron al puesto no por concurso ni antecedentes, sino por la transa sempiterna entre el político de turno y el sindicato.
Y ese cargo, a diferencia del político, suele ser inamovible.
El socialismo en Rosario, con Binner a la cabeza en dos mandatos, ha demostrado cierta destreza para hacer equilibrio entre la eficacia ejecutiva y los vicios atávicos de la burocracia estatal.
Tal vez por eso recurrió a su mesa chica para la titánica tarea de poner en marcha a un Estado que, según sus propias palabras, hasta ahora sólo ha demostrado “morosidad”.
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