Año CXXXVII Nº 49624
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
La Región
Opinión
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Escenario
Ovación
Educación


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 07/10
Mujer 07/10
Economía 07/10
Señales 07/10
Educación 06/10
Estilo 06/10
Página Solidaria 19/09

contacto

servicios
Institucional



 sábado, 13 de octubre de 2007  
Yo creo
“El rating apaga la ira y la gente toma paciencia”

Pedro Squillaci / Escenario

“Está bueno matar gente”, dice un pibe con la mirada fija en la pantalla de la computadora. Enfrente suyo está el videojuego Counter Strike. El no habla de salir con una ametralladora a ajusticiar mortales, pero sus palabras no suenan a juego. Son terroríficas. El adolescente, instalado en la cómoda silla de un ciber, fue uno de los personajes testigo del primer capítulo de “Pecados capitales”. El programa de Telefé, conducido por Gastón Pauls, giró sobre la ira, uno de los siete pecados capitales dictados por el papa San Gregorio Magno en el siglo VI.

Es difícil evaluar qué pecado que remita a la ira es más grave a lo largo de la historia de la humanidad. Pero sí se puede comprobar cómo la furia desmedida se apoderó de distintas situaciones en la Argentina, en un abanico tan variado como temible. La frialdad trágica de Ricardo Barreda, las 113 puñaladas de Fabián Tablado, las zapatillas colgando en República de Cromañón, los cacerolazos, la filosofía callejera de Gabriel, un taxista que asegura que “sin violencia el hombre no hubiese subsistido como especie”. Todos y cada uno aparecieron en el programa como emblemas de una sociedad quebrada en lo más preciado: los valores humanos. “La ira somos nosotros mismos”, dijo Gastón Pauls, mirando a cámara con cierto tono de tristeza y resignación. La paciencia afloró como la contracara. El vaso de agua a medio llenar con una gota que caía lentamente y que cada vez sonaba más pesada. “La ira significa veneno, la furia es un fuego que va a terminar quemándonos”, diagnosticó una maestra budista. La paciencia volvió a parpadear como “esa virtud que suple con paz y serenidad todas las adversidades”. Y mientras Mahatma Ghandi desgranó su apología de la no violencia, el taxista vomitó su más realista gen argentino: “Yo pongo Frank Sinatra y todo me ne frega un catzo”. Marley y Tinelli piensan como el taxista. El rating les apaga la ira y la gente se arma de paciencia.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados