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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
En los últimos años volvieron a Rosario 21 científicos
Estudiaron en la universidad pública y ahora quieren devolver sus conocimientos
María Laura Favarel / La Capital
Se sienten en deuda con el país. Por eso volvieron. Son 346 científicos que investigaban en los mejores laboratorios de Alemania, Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, entre otros, pero decidieron retornar al país. Hoy trabajan en oficinas de no más de tres metros por uno y medio armadas debajo de escaleras, en escritorios montados sobre ladrillos y con poquísimos instrumentos. De ellos, 21 estudiaron en la Universidad Nacional de Rosario y hoy son docentes e investigadores en la misma facultad donde se recibieron.
Piensan que es justo reintegrar al país lo que una vez recibieron gratis gracias al aporte de los argentinos que, pagando los impuestos, hacen posible la universidad. Están seguros de que se puede. Saben que la ciencia es clave para el desarrollo de la Nación. Desde su rincón, cada uno intenta aportar su granito de arena. Los argumentos más fuertes del regreso son la familia y los amigos.
El retorno comenzó silenciosamente hace cinco años cuando el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) volvió a abrir la carrera de investigador científico que permite, luego de una evaluación, cobrar un sueldo y tener un trabajo estable. “Nos propusimos repatriarlos”, expresó Ricardo Farías, desde el organismo.
A partir de entonces, los argentinos que están diseminados por el mundo pueden inscribirse para becas de reinserción y presentarse a la carrera de investigador. Un comité evalúa las solicitudes. “Los seleccionan y, si se los aprueba, se les paga el pasaje de regreso y los artículos del hogar para llegar a un lugar donde pueden seguir con su trabajo; por ejemplo el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR)”, explicó el vicepresidente de Asuntos Científicos del Conicet.
Para que ellos vuelvan, el Estado invirtió desde 2002 hasta la actualidad más de 5 millones de pesos. De ese total, 974 mil pesos fueron destinados para los gastos de pasajes de los investigadores y de sus familias, aparte del traslado del equipamiento del hogar o del trabajo, y 4.200.000 pesos se usaron para financiar 280 becas de reinserción por 24 meses durante el período de evaluación hasta que se concrete el ingreso a la planta permanente del Conicet.
Por qué vuelven. En comparación con otras latitudes, las condiciones económicas para investigar en Argentina son peores, pero no las humanas. Y a la hora de hacer un balance, para ellos pesan más los valores familiares y las amistades que la tecnología de última generación. Así lo manifestaron cuatro científicos rosarinos entrevistados por La Capital.
Un reactivo, material básico de tareas de los investigadores en Argentina, cuesta 600 pesos mientras que en Estados Unidos se vende por 75 dólares. Además, allá llega de un día para el otro, mientras que aquí no tiene fecha fija y la espera mínima es de un mes.
Estas contrariedades desaniman a cualquiera. Sin embargo, no parece ser así para los 21 rosarinos que volvieron. Ellos lo padecen. Saben que sus trabajos suelen tardar porque los retrasan cuestiones externas y eso en la ciencia se paga caro. Pero no se desalientan. “La creatividad y el ingenio son esenciales”, relató Ricardo Furlán, farmacéutico y doctor en química. Justamente, con esas dos herramientas los argentinos lograron se reconocidos en el mundo.
Claudia Banchio, bioquímica y doctora en microbiología, recibió dos propuestas de trabajo, una en Estados Unidos y otra en Canadá. Las rechazó para volver al país. Y explicó a este diario que en los equipos de trabajo internacionales los argentinos se destacan porque piensan más. “Acá tenés que calcular seriamente antes de hacer un experimento. Y si sale mal, intentamos entender cada paso del proceso para que no vuelva a fallar. Ese bagaje es muy valorado”, destacó.
“Yo pude elegir, y elegí volver”, manifestó Marcelo Sepliarsky, uno de los pocos del país que hizo un posdoctorado en Física. Luego de pasar tres años y medio en Estados Unidos decidió retornar a las raíces. “La familia tira”, confesó quien emprendió la aventura de estudiar afuera con su esposa y dos hijas. Y aunque allá tenía amigos y hasta conocía a otros argentinos, “no hay nada como los afectos de siempre”, manifestó. Hoy sólo extraña escuchar a los grandes físicos y poder discutir temas de interés con colegas de renombre, algo muy accesible en Estados Unidos.
Estas son apenas pinceladas de más de 300 historias de científicos argentinos que regresan al país. Quieren que sus hijos crezcan acá; extrañan el calor de hogar y los amigos. Tal vez nunca lleguen a un premio Nobel, aunque lo merezcan.
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Quieren que sus hijos crezcan acá, extrañan el calor de hogar y los amigos.
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