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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
“Busco devolverle al país lo que he ganado”
“Perfeccionarme y estudiar en el exterior era mi sueño”, relata Claudia Banchio quien pasó dos años en la Universidad Alberta de Canadá. Viajó con su marido y su pequeña de entonces tres años. “Me fue muy bien y aprendí un montón”, reconoce la mujer de 37 años que recuerda sonriente que si no llegaba puntual a trabajar “tenía que pagar una multa”.
Parte del éxito que tuvo durante sus tareas en el extranjero lo atribuye a ser argentina. “Acá pensamos mucho qué experimento vamos a hacer porque son caros y es muy difícil tener subsidios. Además, si una experiencia falla no tiramos los reactivos, volvemos a analizar cada paso para que no vuelva a fallar y esto no lo conocen los extranjeros”, contó Banchio quien a los dos meses de llegar ya era un referente en el laboratorio.
Cuando terminó su beca posdoctoral le propusieron un trabajo y se quedó un año más, pero luego lo pensó y decidió volver. “Quería retornar a mi país lo que había ganado intelectualmente durante mi carrera”.
De todos modos, reconoce que cada día cuando llega al laboratorio se agarra la cabeza y se pregunta dónde está. Es que ahora, además de hacer ciencia, también tiene que limpiar y pasar el trapo de piso por el laboratorio, dar clases y dirigir becarios, y por supuesto seguir estudiando.
Entre las razones que Claudia tuvo en cuenta para volver resalta a los amigos. Tuvo que pasar un momento difícil porque su padre se enfermó cuando estaba en Canadá y ella no tenía el dinero suficiente para pagar un pasaje de avión y venir a verlo. “Yo les contaba estas cosas a mis compañeros y todo lo que logré fue un «I’m sorry» (lo siento), cuando aquí siempre hay alguien que te acompaña, te sentís más contenida. Allá no”, dice con firmeza. La familia fue otro factor decisivo. “No entendían que extrañara porque allá ven a sus padres una vez al año”, se lamenta.
En ese clima, Claudia despertó la inquietud entre sus compañeros. “Organizaba comidas en mi casa y me lo agradecían sinceramente porque allí no acostumbran a reunirse”, rememora. De allí que hoy cuente con amigos de todo el mundo que siguen en contacto.
Otra cuestión que le costó fue hacer compatible la vida social con su hija porque allá piden que se asista a las fiestas sin niños. Hasta para alquilar un departamento fue difícil. “Muchos advierten que no haya chicos ni mascotas”, recuerda ahora con una sonrisa y sentada delante de la foto de su hija que ya tiene ocho años.
Feliz por la decisión tomada, vuelve a ponerse el delantal y a observar través del microscopio, convencida de que la ciencia es clave para el desarrollo de la Argentina.
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Fotos
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Claudia viajó a Canadá con su marido y su pequeña hija de tres años.
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