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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
“Sufrimos por cosas que otros compran hechas”
Ricardo Furlán hizo un posdoctorado en Inglaterra. Hoy es investigador del Conicet
“Sería muy injusto que no haga al menos el intento de volver”. Así reflexiona Ricardo Furlán, docente investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), quien hace cinco se fue a la universidad de Cambridge (Inglaterra) para hacer un posdoctorado. “La experiencia fue buenísima. Ahí, o hacés buena investigación o mejor dedicate a otra cosa”, dice riéndose. Se encontró con todas las herramientas para trabajar y la oportunidad de conocer gente muy interesante. Hasta hoy colabora con quien fue su jefe.
“Me fui con la idea de volver”, relata. Durante dos años y unos meses trabajó cómodo pero luego de sopesarlo, decidió volver. ¿Por qué?, “no es una respuesta fácil”, explica. “El sentimiento familiar y lo afectivo es muy fuerte. Yo pensaba en la familia que pretendía formar, y quería que mis hijos fueran argentinos”. Y así fue. Hoy tiene dos chiquitos nacidos acá. “Experimenté lo que es no tener un lugar en el mundo y es muy feo. No quería eso para los chicos”, confiesa.
A las razones afectivas se le sumó la responsabilidad, dato no menor para el científico de 37 años. “Voy a ser sincero: el gran aporte económico para que yo pudiera estudiar lo hicieron miles de argentinos que pagan los impuestos y con eso financian la universidad”, subraya. “Eso es una responsabilidad innegable que te queda y es muy raro que ni te plantees hacer el intento de volver” agrega.
Furlán arribó al país cuando se desató la crisis de 2001. “Me preguntaban si estaba seguro”, continúa recordando. Sin embargo, no se amedrentó. “Siendo argentino uno aprende que para hacer las cosas no hace falta esperar a que todo mejore. Nosotros estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre”, reflexiona quien a cinco años de su llegada no se arrepiente de la decisión que tomó.
Furlán reconoce que en Argentina hay que hacer mucho esfuerzo para poder ser científico. Su oficina no mide más de tres metros por uno y medio y está debajo de una escalera. En el medio hay una columna que obstruye el paso. Allí trabaja cada día alternando la investigación con las clases en la Facultad de Farmacia.
Valor agregado. El gran esfuerzo de los investigadores argentinos suele convertirse en ganancia. “Tenemos más creatividad porque hay que ingeniárselas en cómo hacer cuando te faltan los materiales”, manifiesta. “Nosotros sufrimos mucho por realizar cosas que otros compran hechas”, reconoce quien está convencido de que las dificultades al final se traducen en formación.
Por eso no se lamenta. Al contrario, transmite entusiasmo por su trabajo, inquietud y ganas de progresar.
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Furlán arribó al país cuando se desató la crisis de 2001.
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