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 jueves, 23 de agosto de 2007  
Murió Nacho Suriani, la voz más escuchada de la radio rosarina
Era el conductor de “Tempranísimo”, desde hace una década el programa de mayor audiencia

Orlando Verna / La Capital

“No, creo que no llegará el momento de decir basta”, le dijo a La Capital en abril de 2000 y cumplió. Como todos los días se levantó a las cinco para ir a la radio, pero se sintió mal. Una ambulancia lo llevó desde su casa de Barrio Parque a un sanatorio céntrico, donde un paro cardíaco dejó a los rosarinos sin “el señor de la audiencia”, como le decían en Radio 2.

Ayer, cerca de las 7, falleció Nacho, como le gustaba presentarse. Periodista avezado, empedernido fumador, generoso, directo, chinchudo, con una elegancia gassmaniana, hincha de Central y amante de sus amigos, el cine y la música, a los 73 años, Suriani era, desde hace más de una década, el conductor del programa más escuchado de la radiofonía local. Su familia, sus conocidos y la gente de los medios de comunicación le dieron el último adiós ayer en la cochería Caramuto y por la tarde en el cementerio Parque de Pérez.

Quedará en la memoria de la ciudad su voz cavernosa, aquella que desde la radio despertó a varias generaciones. “Tengo el privilegio de haber despertado a mi abuela, mi madre, mis hijos y mi nieta”, se reía de sí mismo cuando contaba que arrancó “en esto del periodismo” entrados los años 60. En esa época, la televisión tenía pañales y reinaba una radio dedicada a entretener. Nacho trabajaba en la UNR y en la empresa Philips, donde conoció gente emparentada con la prensa. Entre ellos a Raúl Granados y Evaristo Monti, quienes lo invitaron a producir en LT 3 el programa “El Gramo Club” y luego le ofrecieron salir al aire. Fue crítico de espectáculos e inventó el personaje del “cronista maldito”. En esa radio también condujo “Sinatra para todos”.

Había nacido el 25 de agosto de 1933 en Roldán, allí pasó su infancia e hizo la secundaria en Rosario, en el Nacional Nº 2. Y si bien vivía en calle La Paz al 2900, en barrio Parque, le gustaba gozar los fines de semana de la paz del pueblo.

Le insumió un gran esfuerzo convencer a padres de clase media de no ser farmacéutico ni ingeniero. Fue periodista radial y también metió su prominente nariz en la TV. Canal 5 llegaba hasta el centro nomás mientras Nacho se dedicada a los deportes y encaraba su primer programa, “Hablar no cuesta nada”. Después vino “Almorcemos juntos” y “La botica del 5”, que le otorgó sus primeros brillos de popularidad. Ese envío pasó del 5 a Canal 3 con el nombre de “Los boticarios”. Allí también hizo “Telefamilia” con Quique Pesoa y Mónica Gutiérrez.

Pero la radio era su segunda casa. Fue compañero de Gary Vila Ortíz en LT8 desde 1976 con “Cara a cara” hasta que participó, junto a Quique Pesoa, en el boom que significó “La mañana entera”. Pero abordaría un formato que marcó sus días y los de su audiencia desde 1973. Nacía “Diariamente los diarios”, que duró casi 20 años. En 1992, Nacho pasó de la 8 a la 2 y todos los días desde las 6 hacía “Tempranísimo”.

Mientras, en la tele fue parte de “El clan” de Raúl Granados y presentó el programa más visto de la televisión por esos años, “La aventura del hombre”. Lo tentaron para irse a Buenos Aires a conducir el después tristemente célebre “60 minutos”, pero como explicitaba, en una campaña nacional de una empresa telefónica, decidió quedarse acá.

Como para no. Acá se casó a los 28 años y con su primera mujer tuvo a Abel, que actualmente tiene 40 años y le dio su única nieta. Luego se separó y se unió a María Laura, con quien compartía el amor por Ignacito, hoy de 13 años. Aferrado a la tanada de cultivar los lazos con su familia y sus amigos, hasta tenía su propia “mesa de los galanes” con quienes se reunía a comer todos los santos viernes. Además tenía una agencia de publicidad, Sur, que en realidad regenteaba su mujer.

El martes hizo “Tempranísimo” y a la tarde participó de un agasajo. Ayer se despertó a las 5, pero por un malestar decidió no ir a la radio. Una ambulancia lo llevó al Sanatorio Parque, donde fue broncoaspirado, antes que una crisis cardiorespiratoria acallara su voz. El sábado hubiera cumplido 74 años.

Escuchaba tangos y bossa nova, y le gustaba acicalarse con un estilo que heredó de Vittorio Gassman, de sobretodo largo y, en alguna época, hasta sombrero. Decía que le gustaba rodearse de jóvenes en el trabajo y que como periodista tenía una “considerable credibilidad, teniendo en cuenta el desgaste de 30 años de profesión”.

Se fue Nacho Suriani y desde hoy las mañanas de la radio rosarina tienen un enviado especial de lujo, allá arriba, donde se cuecen las verdaderas primicias.


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Nacho se acercó a los medios en los años 60.

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