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 domingo, 19 de agosto de 2007  
Rescatan entre los escombros a un bebé y a un sacerdote en Perú

Graciela Villanueva Carpio / DPA

Un bebé y un sacerdote se convirtieron ayer en símbolos de esperanza y consuelo para Perú, sumida en la muerte, el dolor y la destrucción desde el miércoles último cuando un terremoto dejó casi 500 muertos, 1.500 heridos y más de 33.000 familias damnificadas al sur de su geografía.

   El bebé, de 10 meses, fue rescatado ileso de la iglesia de San Clemente en Pisco, a 205 kilómetros al sureste de Lima, después de que el templo se desmoronara con el fuerte terremoto de 8 grados Richter que azotó la costa peruana. El niño, quien aún no ha sido identificado, fue rescatado por un poblador de la zona, Rómulo Palomino, siete horas después del fuerte sismo, mientras buscaba a sus padres, quienes fallecieron.

   “Pensé que estaba muerto, lo levanté con cuidado y noté que su corazón latía. Lo limpié y ahí empezó a estornudar y lloró”, manifestó Palomino, tras explicar que encontró al pequeño inconsciente debajo de los escombros y completamente cubierto de polvo.

   Palomino había acudido con su hijo a la iglesia de San Clemente, donde quedaron sepultados centenares de feligreses, tras ser informado de que sus padres se encontraban en el templo cuando se produjo el movimiento telúrico.

   “En siete horas hallé y saqué a más de 20 cadáveres cuando me encontré con el niño”, explicó emocionado Palomino, quien consideró un milagro que hubiera sobrevivido tantas horas respirando sólo polvo y muerte.

   Tras el rescate, el hijo de Palomino llevó al bebé a su casa.

   Ayer también otro episodio dio para el asombro. En la misma iglesia San Clemente fue hallado con vida el párroco, José Emilio Torres Mota. Anteayer habían sido rescatadas otras dos personas de los escombros del templo, donde se han encontrado, hasta el momento, unos 70 cadáveres.

   “Me acerqué a la pared, que era de cemento y me puse debajo de la cúpula, que era lo más fuerte del edificio. Así me salvé”, narró el padre Torres, quien solo sufrió lesiones en el brazo izquierdo y en la cabeza. Parte de la cúpula que se cayó había formado una especie de cueva que protegió al sacerdote, explicaron sorprendidos los bomberos que lo rescataron.



Nacimiento. En un hospital de campaña levantado para socorrer a las víctimas del sismo, nació Rafael Jesús, quien abrió sus ojos al mundo la madrugada de ayer en una de las carpas instaladas en la plaza principal de la ciudad de Pisco, donde horas antes cientos de cadáveres esperaban ser reconocidos por sus familiares para ser enterrados.

   “Es el mensaje de la vida, el mensaje de la persistencia del espíritu. Es el mensaje de nuestra especie humana por mantenerse”, dijo un emocionado presidente Alan García, quien no dudó en acercarse hasta la carpa para conocer y cargar al recién nacido de 49 centímetros de largo y tres kilos y medio.

   “Luego del temor que sentimos todos, estoy feliz”, dijo Ericka Gutiérrez, madre de Rafael Jesús, que dio un momento de alegría a todos los médicos, enfermeras y pacientes que se hallaban en el improvisado hospital

   En esa ciudad, los muertos se contaban por decenas, y miles de casas estaban convertidas en escombros, por lo que el nacimiento fue tomado como un símbolo de esperanza en medio de la tragedia.

   La madre del bebé que nació en la zona más castigada por el terremoto es una joven de 22 años que dio a luz en forma natural y sin complicaciones, pese al miedo que aún siente por la furia de la naturaleza y la incertidumbre por haber perdido su casa.

   “Los dolores de parto me vinieron en la casa de mi mamá, que estaba destruida y con un solo cuarto en pie, y me vine para la plaza, donde había un hospital”, dijo Ericka. El niño “se va a llamar Rafael Jesús; Rafael por el arcángel y Jesús por el que está arriba”, explicó.

   La provincia de Pisco, nombre homónimo al de la ciudad, es la más devastada por el sismo de 7,5 grados en la escala de Richter que sacudió al Perú. Más de 300 muertos fueron reportados en esa zona ubicada a 250 kilómetros al sur de Lima, donde además el 80 por ciento de las casas quedaron destruidas. l
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