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 domingo, 12 de agosto de 2007  
El esplendor artístico fue en la década del setenta

Fines de la década del 60 y comienzos de los 70 fueron años de esplendor para el fileteado, por la cantidad de buenos maestros en este arte.

   La escultora argentina Esther Barugel y su esposo, el pintor español Nicolás Rubió, fueron los primeros en realizar una investigación minuciosa sobre la génesis del fileteado, y organizaron el 14 de septiembre de 1970 la primera exposición del filete en la Galería Wildenstein, en Buenos Aires.

   Ya prácticamente no existían tablas fileteadas de la época de los carros. La exposición, en la que se lució el fileteador Carlos Carboni, uno de los que más colaboró para que se realizara, fue un éxito, e hizo que la gente de la ciudad comenzara a apreciar aquello que veía cotidianamente circular por las calles, pero que nunca le había prestado atención.



Otra dimensión. El fileteado dejó de verse como una simple artesanía que servía sólo como un sencillo ornamento para carro o camión, y se le dio una mayor jerarquía, reconociéndoselo en el país y en el exterior como un arte de la ciudad, que desde entonces se “separó” del camión y se extendió a todo tipo de otros objetos.

   En 1975 una ordenanza, que fue actualizada en 1985, prohibió su uso en los colectivos (a excepción de un filete entre los planos de color del techo y la parte inferior) argumentando que producía confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos.

   A pesar de que esto casi termina con la propagación del filete, y que hoy día los pocos colectivos que aún lo usan lo hacen en muy menor medida, logró sobrevivir y difundirse, siendo hoy curiosidad para gran parte de los extranjeros que recorren las calles y los centros culturales porteños.
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