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 domingo, 15 de julio de 2007  
Violencia infantil: cómo evitar el maltrato

Aunque las peleas y el juego de manos son moneda corriente en los recreos durante los encuentros entre niños y adolescentes, especialmente entre varones, no siempre son asuntos netamente lúdicos ni pasajeros. Tampoco lo es tomar a alguien de punto, ponerle un apodo o agredirlo verbalmente, algo que con mayor facilidad hacen las niñas. A veces, tanto entre chicos de uno u otro sexo, la violencia se instala solapadamente y si se presta atención se distinguen claramente victimarios y víctimas. Y entonces se impone la ardua tarea de desactivar ese maltrato.

“Hay distintas clases de maltrato. La más preocupante es la que implica amenaza e intimidación”, sostiene el licenciado Sergio Rascovan, psicólogo, docente de posgrado en la carrera de Orientación Vocacional de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En algunos casos, señala, el maltrato es colectivo aunque sea uno solo el que lo ejerza. Los que actúan como espectadores están dando su asentimiento.

Lo que nosotros denominamos intimidación o maltrato, los ingleses y norteamericanos lo bautizaron bullying. ¿En qué medida tiene que ver ese fenómeno con lo que ocurre en esta parte del globo? “En la sociedad inglesa, el bullying hasta toma la forma de un rito de iniciación; en la nuestra, en los últimos años, ha habido un agravamiento de las situaciones de violencia entre alumnos y también con los docentes”, sostiene. ¿Los condicionantes? “La pobreza, la desocupación, la desintegración familiar han provocado problemas de aprendizaje y de conducta que muchas veces conducen al fracaso escolar”, manifiesta el especialista.

Búsqueda de identidad

“El maltrato como todas las problemáticas psíquicas, es independiente de la inteligencia. No es enteramente social ni individual. Se manifiesta en la relación entre lo individual y lo social”, afirma el entrevistado. Según Freud, la subjetividad incluye lo hereditario, las experiencias de la primera infancia y los factores desencadenantes. Rascovan piensa que como nuestra sociedad hoy está más regida por el mercado que por el Estado, las personas compiten fuertemente para encontrar una posición y evitar ser excluidas, “y algunas intentan encontrar un lugar a través del maltrato del otro”, acota. No obstante sostiene que a cualquier edad, esas formas de agresividad son una forma fallida de búsqueda.

“El proceso de búsqueda durante la niñez y la adolescencia es mucho más frágil que en la adultez y por eso los chicos se sienten como si estuvieran permanentemente amenazados”, explica el especialista. Ante ese sentimiento de inseguridad algunos buscarían un reaseguro a través del maltrato, “aunque se trata de una búsqueda desesperada, causada por esa profunda falta de aplomo”. Sin embargo, “hay que entender que esto es una actitud o una posición y no un estado permanente de su subjetividad”, afirma Rascovan.

Creatividad en el diálogo

Pero cuando hay un agresor, hay también una o varias personas agredidas que no siempre son ajenas a esta trama: “También quienes se sienten víctimas están buscando su lugar en el mundo; sentirse víctima también es una forma —aunque malsana— de búsqueda de reafirmación de su propio yo”, acota el psicólogo.

Una vez descubierto el conflicto hay que establecer condiciones propicias para dialogar: “La intimidación no es un proceso aislado por eso es necesario involucrar al resto de los miembros de la familia o del grupo escolar en la resolución. Es sabido que en el maltrato hay alguien que despliega una posición activa, pero suele haber otros que son pasivos, cuando en realidad deberían responsabilizarse y comprometerse para desactivarlo”, afirma el entrevistado.

Cambio de conductas

¿Cómo establecer un plan de acción para que finalice la intimidación? Con la participación de todos los compañeros del aula —o de la familia— pero sin estigmatizar a nadie.

Según la línea de este psicólogo, tanto en la escuela como en el hogar hay que tratar de descifrar los motivos que cada uno tiene para actuar como actúa, hay que dejar sentado que nadie nace victimario y que siempre se está a tiempo de modificar conductas y de reparar un daño. “Además, el niño debe quedar convencido de que de persistir en el intento, será sancionado”, agrega.

Rascovan admite que puede haber chicos tímidos y retraídos que no encuentren otra vía de comunicación que no sea la intimidación y con quienes no es fácil conversar. No obstante, sostiene que la invitación al diálogo es siempre una búsqueda permanente.

“Lo peor que podemos hacer es renunciar a la posibilidad de que el otro entre en cierta relación vincular con los demás suponiendo que está perdido, que ya no tiene posibilidades de entrar en sintonía con sus semejantes. Y esto pasa en las relaciones interpersonales, pero también entre los grupos, entre las comunidades y entre las naciones”, reconoce y finalmente recomienda que la búsqueda del diálogo debe ser encarada siempre con imaginación y creatividad por padres y educadores.



Cristina Susana Gozzi
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