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 domingo, 15 de julio de 2007  
Por qué se estancan las negociaciones internacionales
El clásico entre el campo y la industria se juega en la OMC
La Ronda de Doha para abrir el comercio mundial está a punto de caerse

Jorgelina Hiba

Una vez más, las negociaciones de liberalización del comercio mundial enmarcadas en la Ronda de Doha parecen sumergirse en un espeso pantano de desconfianza e inmovilismo.

Hace pocas semanas atrás, el fracaso en el intento de empezar a conversar en la mesa chica compuesta por Estados Unidos, la Unión Europea, India y Brasil, volvió a poner sobre el escenario la poca capacidad de acción de la Organización Mundial del Comercio para convencer a unos y a otros sobre la necesidad de llegar a un acuerdo de mínima que destrabe una ya demasiado larga letanía.

Por una parte, los países centrales piden a los grandes productores agropecuarios —como Brasil y Argentina— que reduzcan o eliminen los subsidios a la industria. En la vereda de enfrente, los grandes del sur reclaman a europeos y estadounidenses recortar las millonarias ayudas al campo que abundan a ambos lados del Atlántico.

En ese contexto, el gobierno argentino enfrenta la doble tarea de seguir reclamando la apertura de fronteras para los productos agrícolas nacionales al tiempo que, puertas adentro, busca una solución para la tensión que genera en el sector agropecuario la ayuda a la industria.



Ultimas discusiones

A finales de junio, el Grupo de los Cuatro (G4) -integrado por Estados Unidos, la UE, Brasil e India- se reunió sin éxito en la ciudad alemana de Postdam con el truncado objetivo de dar un nuevo aliento al proceso de negociación de la Ronda de Doha, una instancia en la que se discute desde la reducción de los subsidios agrícolas del primer mundo hasta la baja de los aranceles a la importación de bienes industriales de los países emergentes.

La Ronda de Doha, que empezó en 2001, nunca produjo avances sustantivos, una situación que para muchos favorece a las grandes potencias del norte, más a gusto con la globalización asimétrica que los llamados países emergentes.

“La UE, al igual que Estados Unidos, puede darse el lujo de una OMC paralizada, mientras prosiguen con su estrategia de negociaciones bilaterales en las que obtienen muchas ventajas sin conceder en los temas clave de su agenda defensiva. La estrategia argentina debería ser, en este momento, trabajar por un acuerdo modesto pero balanceado. Para la economía argentina es muy importante que la OMC no pierda vitalidad y credibilidad”, opinó Roberto Bouzas, economista de Flacso y de la Universidad de San Andrés.

En un sentido parecido avanzó Ernesto Liboreiro, del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (Inai), creado por las Bolsas de Cereales del país como think tank de asesoramiento y análsis de las negociaciones sobre comercio.

El especialista opinó que “existen algunos ofrecimientos que podrían ser interesantes para Argentina, y son para tomar ahora, ya que de terminar de derrumbarse las actuales negociaciones —algo muy probable—, no habrá reuniones hasta dentro de varios años”.

El impasse que se acerca tiene que ver con la situación política de Estados Unidos y de la Unión Europea.



Cambios políticos

El inminente cambio de poder en Washington congelará los movimientos de la superpotencia por lo menos hasta el año próximo, cuando se elija nuevo presidente. Además, el gobierno de George W. Bush ya perdió la posibilidad de firmar acuerdos comerciales rápidos sin necesidad de la aprobación del Congreso, una atribución que acaba de expirar.

Por el lado de los europeos, es difícil que la Unión avance antes de 2009, fecha de comicios comunitarios.

Además, el amor profesado por el premier francés Nicolás Sarkozy a la vieja Política Agrícola Común europea no ayuda a pensar en posturas demasiado diferentes a las ya conocidas.



El frente interno

A pesar de las reticencias públicas de las potencias del norte para eliminar subsidios agrícolas, para algunos especialistas los países del sur, presionados internamente por sus lobbys industriales, no hacen demasiada fuerza para acercar posiciones.

Esa es la hipótesis de Liboreiro, quien sostiene que la postura maximalista de Argentina y de otros países agroproductores aleja la posibilidad de llegar a un acuerdo realista que beneficie a los sectores más competitivos de la economía nacional.

“Nadie duda de la necesidad de tener un sector industrial fuerte y competitivo a nivel mundial. Hay que proteger la industria, pero también hay que exigirle eficiencia, en Argentina ese sector no debate estrategias y metas como sí ocurre en el agro, y se hace difícil seguir manteniendo a sectores poco competitivos en el mundo moderno”, dijo el especialista, para quien las tensiones internas entre estos dos sectores repercuten en la posición argentina en la mesa de negociaciones multilateral.



Campo o industria

Para Daniel Guida, economista consultor y gran conocedor del sector industrial santafesino, llevar la discusión a la antinomia entre campo e industria “no sirve”.

“Hay que pensar como país y no sectorialmente, hay que seguir peleando por la caída de los subsidios agrícolas en las grandes potencias, pero la liberalización de los productos industriales debe hacerse de manera gradual para que nuestros productores puedan acomodarse”, opinó.

“Ya vimos lo que pasó cuando abrimos indiscriminadamente las fronteras. Nos llenamos de paragüitas de Taiwán, tuvimos millones de desocupados y terminamos en la crisis de 2001. Hay que ser muy cuidadosos con esto”, agregó el economista, para quien de todas maneras “las políticas de subsidios de las potencias son mucho más fuerte que las de los países emergentes”.
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Pascal Lamy, jefe de la Organización Mundial de Comercio, con el ministro de Agricultura de Japón.


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