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 sábado, 14 de julio de 2007  
Narrar cuentos, el oficio donde la estrella es la palabra
“Las Cuenta Cuentos”, Ana Cao y Teresita Igon convierten a las historias en juegos

“La estrella es siempre la palabra”, dicen Ana Cao y Teresita Igon, más conocidas como “Las Cuenta Cuentos”. La afirmación la eligen para definir su oficio de narrar historias a los chicos, en especial a la franja que va desde los 3 a los 7 años. Están convencidas de que es una forma de acercar a los pequeños al placer de la lectura.

Ana es docente de plástica, enseña en una escuela pública de Rosario y Teresita es directora de la Escuela Nº 132 de Villa Gobernador Gálvez. Además de la educación, tienen algo en común: se divierten leyendo cuentos e imaginando cómo se los pueden transmitir a los chicos.

El oficio de narradoras lo aprendieron en las aulas. Hasta que en 1987 participaron de un taller de narración oral, a cargo de un especialista argentino radicado en Venezuela, Daniel Mato, y que aseguran “les abrió la cabeza”. “Nos permitió pensar que el cuento era posible sacarlo de los libros y hacer de él un espectáculo, usando recursos como máscaras, títeres y jugando con el público”, dicen una y otra.

Por estos días de vacaciones se las encuentra en librerías, bares y en los espacios públicos como la Plaza Cívica. También durante el año recorren escuelas y jardines. Tienen su propia página web: www.lascuentacuentos.com.ar

Dicen que luego de cada función recuerdan a los chicos que ellas no son las autoras de las historias que narran, que en cambio las pueden encontrar en los libros y pedirlas en las bibliotecas, a los padres o sus maestras.

—¿Dónde tienen más éxito, en los bares o en la escuela?

—Son públicos diferentes. El del bar es muy lindo porque se suman el papá y la mamá que llevan al chico, y también disfrutan del espectáculo. Es verdad que en la escuela tenés un público cautivo, pero no está muy acostumbrado a la narración. Hay lectura por parte del alumno o del docente. Pero nosotros narramos, no leemos y en eso hay una diferencia. (Teresita)

—En los bares o espectáculos públicos los padres vuelven a descubrir el placer de escuchar una historia. La narración da otras posibilidades: la comunicación con la mirada, el uso del espacio, nosotras abrimos mucho el juego para que todo se integre. Y eso los padres lo descubren ahí, con los chicos. Igual para nosotras la estrella es siempre la palabra. (Ana)

—¿Cómo eligen las historias?

—Tienen que divertirnos y tenemos que encontrar la forma de transmitirlas. (Ana).

—No contamos cuentos tradicionales, sino versiones de esos cuentos, que nos atrapan más, como por ejemplo, Caperucita o de Cenicienta. (Teresita)

—Igual en el trabajo de ustedes hay una línea de autores reconocida...

—Sí, y es una línea que seguimos. Contamos cuentos de Laura Devetach, Gustavo Roldán, Ema Wolf, Oche Califa, Graciela Montes, Ricardo Mariño, María Elena Walsh y otra línea de autores españoles (Ana y Teresita)

—¿Cómo pasan del cuento a la narración?

—Cuando leemos el cuento, vamos imaginando cómo lo narraríamos. Hace poco hice un taller con chicos que se quieren largar como narradores en la escuela. Les contaba que no memorizamos los cuentos, porque dejaríamos de lado todo lo que brinda el lenguaje oral. En cambio, sí recordamos una estructura de la historia, una lista de secuencias que tiene que estar para respetar al autor (Ana)

—¿Y qué comentarios reciben de los chicos?   

—A los chicos les encanta el espectáculo. El cuento atrapa. (Ana)

—El fin de semana pasado, después de una función, se nos acercó un nene de 11 años y nos dijo: “Ustedes deberían sacar un aviso que diga cuentos para chicos de 9 a 11 años así otros más grandes se animan a venir”. Hay un pedido de permitirse escuchar historias, a todos nos gusta. (Teresita)


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Títeres y máscaras se dan cita con las narraciones para animar a los más pequeños a la lectura.

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