Año CXXXVII Nº 49513
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Economía
Escenario
Ovación
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 17/06
Mujer 17/06
Economía 17/06
Señales 17/06
Educación 16/06
Estilo 16/06

contacto

servicios
Institucional


 domingo, 24 de junio de 2007  
Doloroso reclamo de una mujer por la extraña muerte de su hija
Natalí Muzzollón falleció electrocutada mientras trabajaba. Su madre duda de cómo ocurrió

Leo Graciarena / La Capital

“Si la muerte de mi hija no fue un crimen, no sé qué quisieron ocultar sus empleadores con un montón de actitudes sospechosas que queremos que se investiguen”. Marisa Sabina es la mamá de Natalí Gisel Muzzollón, una muchacha de 18 años que el 29 de enero pasado murió electrocutada mientras lavaba el carrito de comidas rápidas en el que trabajaba. Para la mujer no existe el consuelo ni la resignación y por eso busca que la Justicia aclare todos los puntos oscuros que encuentra la familia en la muerte de su hija.

   “Hubo muchas cosas que no quedaron claras”, dice la mujer en relación a las actitudes confusas de los dueños del carrito donde trabaja su hija. “Primero dijeron que Natalí sólo se había descompuesto y luego negaron la relación laboral en sus declaraciones judiciales. La carátula del expediente es «muerte dudosa» y el resultado de la autopsia es que murió por electrocución. Queremos saber qué pasó y en cómo falleció mi hija”, dijo.

   Según se desprende del resultado de la autopsia, Natalí murió por una descarga eléctrica. Su familia cuenta que estaba lavando el carrito de comidas rápidas en el que trabajaba en negro cuando recibió la descarga fatal. Todo lo que rodeó a su muerte, que seis meses después sigue con la carátula judicial de dudosa, a los Muzzollón no les cierra y les despierta sospechas.

   “En la muerte de mi hija hubo muchas irregularidades y tememos que se deje de investigar”, contó Marisa, una mujer que tras la muerte de Natalí inició una investigación propia que la llevó a recolectar la cuantiosa documentación que presentó a La Capital.



El último adiós. Marisa Sabina rememoró que el 29 de enero de 2007 Natalí almorzó junto a su familia —mamá, papá y cinco hermanos— y se preparó para ir a trabajar al carrito de comidas rápidas que se instalaba en cercanías de la Estación Fluvial, como lo hacía todos los días desde el 20 de octubre de 2006 y por 25 pesos como jornal. “Todo en negro”, según cuentan.

   “A las 14.50 Natalí me preguntó si no la llevábamos hasta la casa de los dueños del carrito. Y entonces la acercamos hasta allí (Curapaligüé y Batlle y Ordoñez) porque ella, antes de comenzar a trabajar atendiendo a los clientes, tenía que lavarlo en el lugar donde lo guardaban”, contó.

   Según relató Marisa, Natalí llegó como lo hacía habitualmente al lugar donde guardaban el carrito, una casa que tiene anexado un taller de cromados y galvanizados y que queda casi a mitad de cuadra por Curapaligüé. “A las 16 o 16.10 nos llamaron por teléfono para decirnos que se había descompuesto. Nunca nos dijeron que estaba muerta y que se había electrocutado. Sólo dijeron: «Se descompuso, vomitó y se murió». No lo podíamos creer”, contó la mamá. “Cuando mi marido llegó al lugar, Natalí estaba tirada a unos 40 metros de la casa donde había estado lavando el carrito, casi junto al cordón de la vereda”, recordó la mujer.



Las dudas. Lo que pudieron reconstruir los padres de la chica en una investigación casera impulsada por el dolor, es que durante la ventana horaria en la que perdieron contacto con Natalí la muchacha se puso a lavar el carrito. “Después nos enteramos de que usó una hidrolavadora y que en ese momento alguien estaba soldando la estructura de metal”. Y, tras tragar saliva, Marisa empieza a desplegar todas las dudas que le surgieron cinco meses después de la pérdida. Siempre con nombres y apellidos, que se preservan para no obstruir la investigación a cargo del juez de Instrucción Hernán Postma.

   “Sobre la muerte de mi hija esta gente (por los empleadores) dijo muchas cosas: que alguien le había querido robar y se murió de un susto; que había sido una sobredosis de drogas —algo que quedó descartado en la autopsia— y muchas cosas más. También dijeron que mi Natalí era la novia del hijo de los dueños, lo que es mentira, y también que mi hija iba a colaborar en el carrito cuando en realidad ella trabajaba todos los días sin francos”, explicó la mamá.

   “Hay cosas que nos enteramos con el tiempo y cuando les pedimos a los vecinos que lo cuenten ante la Justicia nos damos cuenta de que tienen miedo”, explicó.

   “Lo que le sucedió a mi hija fue a mitad de cuadra, sobre la vereda, y a ella la encontraron en la esquina, a unos 40 metros. La dejaron tirada sobre el cordón. No llamaron a una ambulancia y esperaron que pasara un patrullero para alertar que «se había descompuesto». No sé qué quieren ocultar”, dijo Marisa. “Lo que pedimos es que quienes vieron cómo sucedió la muerte de Natalí se acerquen al juzgado y lo cuenten”, suplicó. l


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Natalí tenía 18 años, y desde octubre de 2006, ante los problemas económicos que sufría su familia, empezó a trabajar en un carrito de hamburguesas donde le pagaban 25 pesos por día.

Notas Relacionadas
Para ayudar


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados