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domingo,
13 de
mayo de
2007 |
La Coruña: una ciudad señorial
El aeropuerto de La Coruña, cuyo nombre figura en los rótulos como “A Coruña”, está a dos pasos del centro de la ciudad; tan cerca que si por esas casualidades que tienen los trasiegos, el personal encargado de entregar las maletas se entretuviese de forma exagerada, uno podría llegar a la Plaza de María Pita, tomar un café, y luego regresar con tiempo a recogerlas, lo que representaría otra exageración. En cualquier caso, antes o después, el visitante llega a dicha plaza, a partir de la cual se estructura la historia de la capital y donde se encuentran edificios emblemáticos.
La Plaza de María Pita, grande y rectangular, está limitada por frentes porticados. En uno de sus lados se eleva el Ayuntamiento, que ofrece tres torreones rematados por cúpulas que brillan incluso en los días nublados. En los aledaños está la Iglesia de San Jorge, construida en el Siglo XVII haciendo gala de un barroco que no se humilla ante la grandiosidad del poder civil.
Una escultura dedicada a María Pita preside el espacio y le regala el nombre a todo el conjunto. El monumento muestra a una señora que blande una lanza y debajo, a sus pies, un conquistador vencido, con armadura y anatomía descompuesta yaciendo sobre un cañón.
El homenaje, que persiste en el tiempo, destaca el heroísmo de la patriota que en el siglo XVI defendió a la ciudad gallega, que era la suya, de los ataques de los ingleses, comandados por el mismísimo corsario Drake. Una inscripción en la piedra resalta una palabra sagrada: “Libertad”.
La plaza y su entorno, que merecen ser “inspeccionados” minuciosamente, proponen balcones de hierro si uno eleva la vista, y si la baja galerías, anticuarios, y sitios donde complacer el paladar con los típicos sabores y productos gallegos.
Continuando hacia la calle María Barbeito, a través de una especie de túnel con tres arcos de los cuales cuelgan flores, se llega a la Casa Rey, destacada por la Xunta de Galicia, pues “condensa en su arquitectura la esencia de la ciudad de cristal.
La cornisa rizada, la cerámica vidriada de inspiración mudéjar y los balcones convierten a la antigua construcción en una auténtica casa de muñecas”.
Casi enfrente, en la calle Santiago 2, está la morada donde vivió Alfonso Molina Brandao “coruñés ejemplar y alcalde insigne”, de acuerdo a la placa instalada en ese sitio por la ciudad agradecida. Si se trata de andar a paso más ligero la cosa es sencilla en La Coruña. Partiendo de su hito principal, la Torre de Hércules, se puede llegar hasta el Obelisco Millenium, instalado justo enfrente, al otro lado de la bahía.
La andadura, siguiendo la deriva que marca el Paseo Marítimo, es todo un homenaje al mar. La Torre de Hércules, tan antigua como para conocer la edad de Trajano, se precia de ser uno de los faros en funcionamiento más antiguo del mundo.
El Millenium, de 50 metros de altura, recoge en su superficie de cristal cuando se ilumina momentos y monumentos importantes de la historia coruñesa, que surgen bañadas de espuma gracias a la fuente de la base. Entre ambos Torre de Hércules y Obelisco se suceden: Domus, Museo de Bellas Artes, Acuario, y Planetario, lugares que parecen competir con olas y playas, _más de dos kilómetros de extensión_ en el ejercicio de llamar la atención.
Un poquito más alejado aguarda el Castillo de San Antón, que durante siglos fuese la principal fortaleza defensiva de la bahía. En La Coruña la modernidad se da la mano con la tradición, armonizando en sus calles y barrios lo último con lo de siempre, ya sea en el aspecto gastronómico, comercial, cultural o arquitectónico.
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Fotos
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El emblemático edificio del Ayuntamiento de La Coruña se levanta en la Plaza de María Pita.
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