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 domingo, 11 de febrero de 2007  
Yo creo: "Entre Tokio, Tijuana y Marruecos"

José L. Cavazza / La Capital

La Biblia habla de una famosa torre construida por los hombres con el fin de alcanzar los cielos. Dios, enojado, la destruyó y esparció a los seres humanos por todo el planeta, separándoles y haciéndoles hablar diferentes lenguas. "Babel" es también la nueva película del mexicano González Iñárritu que, haciéndose eco del caos bíblico y, sobre todo, terrenal y contemporáneo, redondeó una historia de personajes acorralados y, a veces, desesperados, casi siempre con el entrelazado cultural actuando como paragolpe infranqueable. La banda sonora del argentino Gustavo Santaolalla se construye a partir de un sonido multicultural que va de Tijuana a los suburbios de Tokio y planeando por el pentagrama desértico y despojado del norte de Africa. En su contexto, más emocionante que volar a 10 mil metros de altura escuchando el "Voodoo Chile" de Jimi Hendrix. Tan Babel como una sala de hospital de Granadero Baigorria en Año Nuevo con la tele prendida en las noticias de la CNN. Hasta aquí todo bien. El ex Arco Iris tocando música propia en un antiquísimo oud, arrancándole melodías tan tristes como minimalistas y que hacen recordar a Ry Cooder en "París-Texas". Breves pistas musicales que unen los distintos universos visuales de la película. Las músicas ajenas también conjuran ese universo melancólico. Igual que el "Tú me acostumbraste" susurrado por Chavela Vargas desde el fondo de una oscura y calurosa habitación de la frontera. Climas geográficos y emocionales en una música que sólo vale la pena escucharla en el filme, porque el doble disco recién editado mezcla el score original con un sinfín de aportaciones de grupos y solistas que no están en la película. Pero algo no queda claro: ese popurrí musical de once minutos entre Ryuichi Sakamoto, Jacques Morelenbaum y Santaolalla que el sólo hecho de escucharlo puede transformar la experiencia en un viaje alrededor del mundo, contradice la propuesta del filme, porque si en la película todo es prejuicio y choque cultural, aquí todo es colaboración y armonía.
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