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domingo,
11 de
febrero de
2007 |
En foco. Cambios en Agricultura
Tras prolongados conflictos,
el campo se cargó a Campos
La cabeza del Secretario de Agricultura de la Nación Miguel Campos rodó la semana que pasó como ofrenda del gobierno hacia los dirigentes agropecuarios. Con una movida clásica, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, resolvió una interna del gobierno y les entregó un pequeño triunfo simbólico a los ruralistas, módico precio para sentarlos nuevamente en la mesa de diálogo.
Dos paros sectoriales no pudieron evitar la suba de las retenciones, la restricción de las exportaciones ni la intervención de los mercados granarios y de hacienda. Pero la corporación agropecuaria podrá decir que, como en los viejos tiempos, se cargó un secretario de Agricultura.
Un secretario que durante sus tres años y ocho meses de gestión fue sistemáticamente renunciado por la usina de rumores sectoriales, y que venía con la falla de fábrica de no ser un "hombre del palo", a diferencia de su sucesor, Javier de Urquiza, que no sólo es amigo de Kirchner sino dirigente ruralista.
En un sector acostumbrado a pensar a la Secretaría de Agricultura como su representación dentro del gobierno, Campos pagó el costo del cambio de ciclo económico y político. No tuvo oportunidad, como sus antecesores, de convertirse en gestor del interés corporativo. Más bien tuvo que enfrentarlo en el marco de la política antiinflacionaria.
En el medio piloteó una serie de cuestiones delicadas dentro del complejo entramado de intereses del campo, como el enfrentamiento con Monsanto por la patente de la soja RR, las peleas en el mercado de semillas y el ordenamiento de la cuota Hilton.
Con aciertos y errores, su alejamiento no tiene que ver con la gestión, sí con la ficción política. "El campo" echó al "intruso", aunque no le sirva para nada.
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