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 sábado, 13 de enero de 2007  
candi
Café del Bajo Café del Bajo
-La historia de la humanidad y la de cada ser humano es, en definitiva, la historia del bien y del mal. Todas las demás historias giran en rededor de estas dos historias: la historia del bien y la historia del mal. Si se prefiere, todo da vueltas alrededor de una única historia, porque habría que comenzar a pensar que el bien y el mal no son sino, al fin y al cabo, un todo que se presenta de diferentes formas de acuerdo con las necesidades de la creación y de la criatura o de acuerdo con las pasiones y debilidades de esta última.

-¿Es acaso necesario el mal?

-¡¿Cómo haríamos para descubrir e ir hacia el bien si no supiéramos del mal?! La verdadera historia, aquello que conforma el núcleo, la esencia de la vida, es entonces esa. Ahora, mi querido Inocencio, estimado lector: ¡¿Qué es el bien?! ¡¿Qué es el mal?! En los últimos años he comenzado a advertir y aceptar que ni el bien ni el mal pueden ajustarse a moldes estrictos. Es cierto que hay una base, que hay un fundamento que es común a toda la humanidad, pero no es menos cierto que a medida que la savia de la vida comienza a ascender desde la profunda raíz hacia primer brote, si se persiste en mantener ese molde primero es muy probable que el árbol sufra y crezca deformado.

-¿Qué significa eso?

-Significa que todo aquello que está afuera de lo establecido como ley primera y natural, no puede de ninguna manera ser adoptado como norma infalible. El "no matarás" no admite discusiones y es un principio que hace bien a todo el mundo, pero hay circunstancias o sucesos que aun no siendo dañinas en sí mismas y para ciertas personas, pueden serlo para otras. De la misma manera, lo que no es bueno para algunos puede serlo para otros. Se advierte entonces que en determinado momento el bien y el mal son una abstracción, un mero fantasma o entidad etérea que adopta la forma de cada mente, de cada corazón, de cada espíritu. Adviértase que pongo especial cuidado en no circunscribir la cuestión a un solo aspecto, mental-racional, sino a otros como mental-emocional y espiritual. Los dos primeros entran el orden de lo cerebral, de lo científico. El otro ingresa en el aspecto puramente sobrenatural o metafísico y corresponde al orden teológico o religioso. Para mí, un orden decisivo y determinante que, sin dudas, hará que algún amigo psicólogo o psicoanalista me califique de perdidamente loco. Me reconforta saber, de todos modos, que no soy el único. Pero para ser más claro con la idea de hoy: si lo que es considerado bueno por el mundo entero a Inocencio le causa daño, es evidente que si se lleva a cabo una acción en ese sentido se provoca una herida. Herida no querida, herida no premeditada, herida que ni siquiera es pecado por cuanto -como bien dice el sabio y apóstol- no es pecado aquello de lo que, aún siendo malo para otro y para sí mismo, no se tiene conciencia. Más sin embargo, amigo Inocencio, amigo lector, no por no ser pecado, no por no ser una circunstancia dañosa para el mundo deja de ser dañosa para el prójimo en cuestión, en este caso el pobre Inocencio.

-Un aspecto, sin dudas, que tiene que ver con la vida de relación y el encuentro de la paz.

-Sí. El bien en ese caso, debe ser buscado de común acuerdo entre las partes y no ajustarlo a un molde propio o social. Mañana seguimos.

Candi II

-La historia de la humanidad y la de cada ser humano es, en definitiva, la historia del bien y del mal. Todas las demás historias giran en rededor de estas dos historias: la historia del bien y la historia del mal. Si se prefiere, todo da vueltas alrededor de una única historia, porque habría que comenzar a pensar que el bien y el mal no son sino, al fin y al cabo, un todo que se presenta de diferentes formas de acuerdo con las necesidades de la creación y de la criatura o de acuerdo con las pasiones y debilidades de esta última.

-¿Es acaso necesario el mal?

-¡¿Cómo haríamos para descubrir e ir hacia el bien si no supiéramos del mal?! La verdadera historia, aquello que conforma el núcleo, la esencia de la vida, es entonces esa. Ahora, mi querido Inocencio, estimado lector: ¡¿Qué es el bien?! ¡¿Qué es el mal?! En los últimos años he comenzado a advertir y aceptar que ni el bien ni el mal pueden ajustarse a moldes estrictos. Es cierto que hay una base, que hay un fundamento que es común a toda la humanidad, pero no es menos cierto que a medida que la savia de la vida comienza a ascender desde la profunda raíz hacia primer brote, si se persiste en mantener ese molde primero es muy probable que el árbol sufra y crezca deformado.

-¿Qué significa eso?

-Significa que todo aquello que está afuera de lo establecido como ley primera y natural, no puede de ninguna manera ser adoptado como norma infalible. El "no matarás" no admite discusiones y es un principio que hace bien a todo el mundo, pero hay circunstancias o sucesos que aun no siendo dañinas en sí mismas y para ciertas personas, pueden serlo para otras. De la misma manera, lo que no es bueno para algunos puede serlo para otros. Se advierte entonces que en determinado momento el bien y el mal son una abstracción, un mero fantasma o entidad etérea que adopta la forma de cada mente, de cada corazón, de cada espíritu. Adviértase que pongo especial cuidado en no circunscribir la cuestión a un solo aspecto, mental-racional, sino a otros como mental-emocional y espiritual. Los dos primeros entran el orden de lo cerebral, de lo científico. El otro ingresa en el aspecto puramente sobrenatural o metafísico y corresponde al orden teológico o religioso. Para mí, un orden decisivo y determinante que, sin dudas, hará que algún amigo psicólogo o psicoanalista me califique de perdidamente loco. Me reconforta saber, de todos modos, que no soy el único. Pero para ser más claro con la idea de hoy: si lo que es considerado bueno por el mundo entero a Inocencio le causa daño, es evidente que si se lleva a cabo una acción en ese sentido se provoca una herida. Herida no querida, herida no premeditada, herida que ni siquiera es pecado por cuanto -como bien dice el sabio y apóstol- no es pecado aquello de lo que, aún siendo malo para otro y para sí mismo, no se tiene conciencia. Más sin embargo, amigo Inocencio, amigo lector, no por no ser pecado, no por no ser una circunstancia dañosa para el mundo deja de ser dañosa para el prójimo en cuestión, en este caso el pobre Inocencio.

-Un aspecto, sin dudas, que tiene que ver con la vida de relación y el encuentro de la paz.

-Sí. El bien en ese caso, debe ser buscado de común acuerdo entre las partes y no ajustarlo a un molde propio o social. Mañana seguimos.

Candi II



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