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domingo,
07 de
enero de
2007 |
Tiempo para disfrutar
Llegaron las tan deseadas vacaciones, y los padres se enfrentan con la recurrente problemática de reorganizar las actividades de los hijos y las propias en función a nuevos horarios. De acuerdo a la edad, es sólo un control, pero si son pequeños la dedicación es más demandante. Lo primero que viene a la mente son las colonias de vacaciones, el abono a una pileta o el armado de una en casa.
Si se tiene disponibilidad económica y deseos, se puede concretar un viaje a algún centro turístico. Quien puede hacerlo, dará a sus hijos no sólo la oportunidad de una recreación fuera de lo habitual, sino también el conocimiento de una realidad diferente ya sea tanto por un contexto geográfico como por la oferta de actividades novedosas.
Los viajes siempre amplían la cultura. Pero no son la única forma. Cuántas veces buscamos lejos algún tipo de riquezas ignorando las que tenemos al alcance. Y en muchas oportunidades, los extranjeros nos asombran mostrándonos nuestro patrimonio. El acercarse a propuestas culturales variadas ayuda a definir preferencias, en consecuencia, aporta elementos para ampliar el autoconococimiento, y por ende mejora nuestra capacidad para tomar decisiones personales. No se puede afirmar que no nos gusta algo si no lo conocemos ni averiguamos las condiciones mínimas para poder apreciarlo.
El no salir a veranear no inhibe la posibilidad de ampliar horizontes culturales. Se pueden organizar caminatas en familia o con amigos recorriendo los parque o bulevares y apreciar la naturaleza y las obras de arquitectura; visitar museos atendiendo las explicaciones de los guías para aprender a valorar lo que se exhibe; disfrutar de una mateada o bicicleteada por la costanera; gozar de la lectura de un buen cuento; visitar un pueblo lindante a la propia ciudad y descubrir paisajes y la calidez humana. La creatividad en materia de diversión sana es ilimitada.
Pasar unas buenas vacaciones no implica necesariamente gastar mucho dinero. No existe en este tema una regla de proporción directa. Lo que hace que el descanso valga la pena ser vivido está en estrecha relación con nuestra predisposición interior, al deseo de llevarnos bien y a buscar un esparcimiento de acuerdo a nuestras posibilidades. Si no podemos deshacernos del malestar interior o del estrés los llevaremos con nosotros aunque viajemos miles de kilómetros.
Concentremos nuestra energía en permitirnos disfrutar de la mayor riqueza que tenemos los padres: nuestros hijos.
Alicia Caporale
Licenciada en educación
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