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sábado,
30 de
diciembre de
2006 |
Autos, armas
y la pertinaz
vigilancia sin
interrupción
Autos que se le cruzaban. Armas apuntándole en plena calle. Personas que lo seguían. La vida cambió para Luis Angel Gerez desde el 20 de abril pasado, a las 11.25, cuando declaró en el Congreso que Luis Abelardo Patti lo había torturado con una picana sobre una cama de elásticos metálicos en 1972, cuando sólo tenía 16 años.
Después de esa declaración en la Comisión de Peticiones, Poderes y Reglamento de la Cámara de Diputados, que evitó que el ex intendente de Escobar asumiera la banca por la que había sido elegido meses antes, Gerez recibió todo tipo de amenazas hasta que anteanoche desapareció.
Su familia no duda en atribuir su ausencia a esa declaración. Mirta Praino, su mujer, sentencia: "Esto es una desaparición, no un secuestro. Me lo llevaron".
"Las amenazas empezaron después de sus declaraciones en sede judicial, en San Nicolás, pero se hicieron más fuertes cuando lo llamaron de la Cámara de Diputados. Después de declarar contra Patti vivió amenazado", amplía.
Mirta cuenta que su marido es una persona paciente. Hasta que una de esas intimidaciones caló tan hondo que lo llevó a hacer la denuncia policial. En octubre pasado un hombre le cruzó una camioneta y le apuntó con un arma. "No pasó nada, pero todo se había puesto más severo", relata la mujer.
Agrega que su esposo nunca reconoció a nadie, aunque también aclara: "Luis es un militante del campo popular, un obrero, un trabajador muy digno, con integridad moral y política. Si en algún momento hubiera reconocido a alguien no lo hubiera dicho".
Tras la desaparición del testigo Jorge Julio López, el 18 de septiembre pasado, luego de declarar en el juicio oral contra el represor Miguel Etchecolatz, el gobierno bonaerense se puso en contacto con Gerez y con otros testigos para darles protección. "Claro que Luis no quiso. No iba a andar con gente que lo cuidara. Y pasó lo que pasó", se arrepiente Mirta.
En realidad, según cuenta su mujer, Gerez consideró que "era demasiado tener una custodia" y buscaron la forma de cuidarse entre ellos. Ellos son los compañeros de militancia de Pensar Escobar, la agrupación a la que responde.
Tras una reunión acordaron que se llamarían por teléfono varias veces al día. Entre ellos y con sus familias. "Hablábamos tres o cuatro veces", agrega Mirta.
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