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 domingo, 24 de diciembre de 2006  
Gorilas amenazados prosperan al fin en el corazón de Africa

Una hora de caminata hacia el interior de la selva de Ruanda y un ruido crujiente rompe el silencio que flota sobre la espesa maleza neblinosa.

Lento y fuerte, dura unos pocos minutos, luego se detiene abruptamente. De repente, la cara de un gorila se asoma por entre las enormes ortigas para mirar a los turistas que han transpirado por los senderos de la jungla para poder verlo a él y a su familia.

El macho de 200 kilos, con su espalda gris plateado como signo de madurez, estudia a sus visitantes.

Luego, con su curiosidad satisfecha, el gorila de montaña emerge de la maleza, se arrastra hasta la cima de un claro de la exuberante ladera y continua masticando su caña de bambú.

Una hembra le sigue y se estira junto al macho de espalda plateada, sin perder de vista a los intrusos mientras sus bebés pelean alegremente, golpeándose sus pechos y rodando ladera abajo.

Sus graves gruñidos son correspondidos por un guía para que tanto humanos como gorilas sepan que el otro está sólo observando. "Miren a esos bebés", se maravilla un turista. "¿No son maravillosos?".

Agashya y su familia se encuentran entre los 700 y tantos gorilas de montaña sobrevivientes que viven en su hábitat natural en Ruanda, Uganda y en la República Democrática del Gongo.

Divididos entre los volcanes Virunga que separan las fronteras de los tres países del centro Africa y el parque nacional Bwindi de Uganda, los gorilas han visto su número realmente crecer en los últimos pocos años.

Un censo del 2003 mostró un aumento del 17 por ciento respecto de 1989, llegando a una cantidad de 380 gorilas de montaña que viven alrededor de los volcanes Virunga en una serie de tres parques nacionales. Aproximadamente 320 viven en Bwindi.

"No hay diferencia en el número de nacimientos", dice Justin Rurangirwa, jefe de guarda parques del Parque Nacional de los Volcanes (PNV) de Ruanda donde vive Agashya. "Lo que ha cambiado es que no hay más cacerías".

Los estudios internacionales de gorilas de montaña comenzaron después de que el explorador alemán Oscar von Beringe se convirtió en el primer no africano en encontrar uno en los Virunga en 1902.

Los gorilas de montaña no son cazados por su carne. Algunos eran atrapados para que sus manos y pies fueran vendidos a coleccionistas. Otros han sido mutilados o muertos por trampas colocadas para otros animales.

La investigadora norteamericana Diane Fossey les dio fama internacional a los gorilas con sus esfuerzos por salvarlos de los cazadores.

Fossey estudió a los gorilas en Ruanda antes de su asesinato en 1985. Su obra fue la materia de la película filmada en 1988 "Gorilas en la niebla".

Con su robusta complexión, largos brazos musculosos, enorme pecho y anchas manos y patas, el gorila de montaña está estrechamente vinculado al hombre, compartiendo con los humanos el 98 por ciento de su material genético.

Eso lo hace vulnerable a muchas de las mismas enfermedades, pero sin las inmunidades necesarias para que una enfermedad que puede parecer inofensiva para los humanos pueda ser peligrosa para los gorilas. (Reuters)
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Un gorila con su cría en Ruanda. La especie se recupera.


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