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 domingo, 24 de diciembre de 2006  
Vistazo. Excentricidades de los monarcas que develan apenas el extraño cosmos en el que viven
Con sus excesos, la realeza expone su costado humano

Al príncipe Carlos de Inglaterra le gusta dormir con dibujos hechos por su esposa en la mesita. El rey Harald de Noruega pescó un salmón de once kilos. Las reinas Beatriz de Holanda y Margarita de Dinamarca fueron operadas de la rodilla. El rey Juan Carlos de España circuló a 250 kilómetros por el circuito de Fórmula 1 de Montmeló en Barcelona. Y el príncipe Henrik de Dinamarca reconoció haber comido carne de perro. Estas son algunas de las excentricidades del mundo de los europeos de sangre azul.

  Con cumpleaños y aniversarios puestos en escena con gran despliegue, con bautismos e incluso enfermedades, con amoríos y escándalos más o menos interesantes, las familias reales de todo el mundo ofrecieron bastante material de lectura durante el año que termina, aunque apenas dejan entrever un cosmos desconocido a pesar de la exposición mediática de sus actores.

  El mayor suspenso se vivió en el país del sol naciente. El 6 de septiembre, un miércoles, fue un día esperado con enorme expectativa en la corte imperial japonesa. La princesa Kiko, madre de dos hijas, daba a luz a su tercer hijo. La nación contuvo la respiración.

  Con la noticia urgente “¡Es un niño!” se cumplieron las esperanzas de los tradicionalistas y la antiquísima monarquía japonesa dejó de estar amenazada de muerte en la subsiguiente generación. Fue la primera vez en más de 40 años que nació un varón en la familia imperial.

  El pequeño príncipe Hisahito ocupa ahora el tercer lugar en la línea de sucesión al trono, detrás de su tío, el príncipe heredero Naruhito, y su padre, el príncipe Akishino. Con el nacimiento de Hisahito, se acallaron las discusiones sobre la posibilidad de permitir a una mujer ascender al trono.

  También fueron niños los que mantuvieron revuelto al pequeño principado de Mónaco, aunque en este caso no se trata de herederos. Alberto II dio a conocer a principios del verano que reconocía a la estadounidense Jazmin Grace de 14 años como su hija. Antes, el soltero empedernido ya había reconocido como suyo al hijo de una ex azafata de Togo.

  La nueva generación también dio que hablar en la casa real británica. El alegre príncipe Harry, de 22 años, fue uno de los grandes protagonistas. Ante los ojos de otros egresados de la honorable Academia Militar de Sandhurst colocó su cabeza entre los pechos de una bailarina rusa. Y eso la víspera del primer aniversario de la boda de su padre, el príncipe Carlos, con Camilla Parker Bowles.

  La primera en perdonarlo fue su abuela, Isabel II. La reina tiene una conocida debilidad por su nieto Harry. Poco antes de su 80 cumpleaños, que se celebró el 21 de abril con pompa y gloria en todo el Commonwealth, la soberana con más años en el trono de todo el mundo no tenía ganas de enfadarse con las travesuras de los jóvenes.

  Y mantuvo esa postura todo el año, incluso cuando el hermano de Harry, el príncipe Guillermo, de 24 años, número dos en la línea de sucesión al trono, también reveló su afición a las fiestas.

  Pero mucho más importante que algunas fotos en la prensa de los príncipes borrachos fue para la casa real el resultado de la investigación oficial sobre la muerte de la princesa Diana de Gales en París en agosto de 1997. Los investigadores dirigidos por el ex jefe de Scotland Yard Lord Stevens llegaron a la conclusión, al igual que sus colegas franceses, de que se trató de un accidente común y quitaron así cualquier sustento a las teorías conspirativas sobre un complot contra la ex nuera de la reina.

  Ahora, la casa Windsor mira con optimismo hacia el nuevo año. Si las apariencias no engañan, los británicos podrían dejar en un segundo plano en 2007 a todas las demás casas reales.

  La reina Margarita de Dinamarca se propuso dejar el tabaco. Y las casa reales de Holanda y España se preparan para nuevos nacimientos en abril y mayo, respectivamente.

  Sin embargo, la mayor atención mundial podría centrarse en Londres si el príncipe Guillermo y su novia Kate Middleton, como especulan los medios británicos, pasan por el altar. Sería una nueva boda real con todos los ingredientes para convertirse en una de las transmisiones televisivas más exitosas de la historia. (DPA)
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