Testimonios escritos al dictado de la memoria

La mirada del periodista también construye el recuerdo. Aquí se evoca a tres personajes de la cultura de Rosario

Gary Vila Ortiz

El poeta Aragón



El poeta Aragón murió en diciembre de 1974. El 21 de diciembre. Tuve el triste privilegio de escribir su necrológica y además de hacerle mandar, de parte de La Capital, una ofrenda floral. Alfonso Alonso Aragón murió a los 83 años. Quienes lo conocimos, no lo olvidamos. Era un hombrecito, es decir pequeño, y simpático, escribiendo largos poemas, laberínticos, rubricados por una enorme firma. Firma llena de adornos y lenguajes secretos que aún no se han descifrado. Este poeta perteneciente a la cultura urbana de Rosario había nacido en Castilla La Vieja. Conoció sus momentos de gloria, como cuando por voluntad popular, aquí en esta ciudad tan particular, se lo declaró el Rey del Carnaval, el único auténtico que debemos haber tenido. Murió en un cuarto cercano a Rosario Norte, en la zona de Pichincha. En la puerta entonaba un aullido de tristeza un perro que lo amaba. Para despedirlo pasaron por su casa el que entonces era intendente, el profesor Ruggeri, y algunos concejales. Hoy, 32 años después, Puzzolo lo hace vivir en sus fotografías.


Carlos Serrano
Lo conocí como actor en "Montserrat", donde también actuaba David Edery, en realidad donde trabajaban todos o casi todos aquellos que formarían el inolvidable Centro Dramático del Litoral. Lo volví a encontrar al principio de la década del setenta en el Canal 3; fue un director de cámaras de elocuente imaginación. Allí estuvimos juntos unos cuantos años. No puedo olvidar dos micros un tanto extensos, "Prohibido para mayores" y "Musilibros". Durante un tiempo dejé de verlo, pero tenía noticias suyas por lo que hacía en el teatro, obras de él, excelentes versiones de Brecht. No sé si la última vez fue cuando me mostró un video sobre una protagonista de Pichincha. O si después de eso me llevó al diario una serie de imágenes tangueras, bellísimas y melancólicas. Ahora, la fotografía parece recordarme cada diálogo.


Norberto Puzzolo
¿Cómo conocer nuestra ciudad, esa que ya dijimos que es la única para vivir o morir? ¿Cómo poder amarla si es como es, tan significativamente diferente a todas las otras ciudades del país? Norberto Puzzolo, con su particular talento para retratar a quienes forman o formarán parte de los caminos por los que pueden ir encontrándose algunos de los territorios para indagar nuestra identidad, nos ofrece estas fotografías. Hay pintores, algún músico, gente de teatro, escritores, humoristas, personajes de la mitología urbana, aquellos que pasaron y no pudieron olvidarse de Rosario y pudieron regresar por ese no se qué que tiene la ciudad. Circunstancias cronológicas, sobre todo eso, y algunas forman parte del azar, hacen que falten algunos retratos, pero se encuentran en el interlineado de esa galería. En esos blancos entre línea y línea están las fotografías que pensamos que Puzzolo podría haber tomado: ¿Lisandro de la Torre, el Che Guevara, Lucio Fontana, Antonio Berni, Roger Pla, entre otros posibles como Beatriz Guido, Aldo Pellegrini o Lubrano Zas? Puzzolo es de esos que sabe que la fotografía es un territorio del arte donde la intuición y la espontaneidad abundan, donde el instante de tomarla significa, sobre todo, que las preguntas de cuál será la foto va unido inexorablemente al de apretar el disparador. Ya se trata de escenas o paisajes diferentes, ya sea el de estas fotografías de personajes en que el fotógrafo elige la definitiva. Y pensamos que Puzzolo no pudo hacerlo mejor: aquí están fragmentos de quienes hacen al espíritu esencial de la ciudad.

El poeta Aragón, coronado en el antiguo carnaval rosarino.