Año CXXXIX Nº 49301
La Ciudad
Política
Economía
Opinión
La Región
Información Gral
El Mundo
Escenario
Policiales
Cartas de lectores
Mundo digital



suplementos
Ovación
Salud
Página Solidaria


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 19/11
Mujer 19/11
Economía 19/11
Señales 19/11
Educación 18/11
Estilo 18/11
Chicos pero grandes 11/11
Autos 26/10

contacto

servicios
Institucional



 miércoles, 22 de noviembre de 2006  
Crónicas regionales. Un paseo por la historia y el presente de localidades de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos
Arocena lucha por revalorizar su historia
Procuran salvar de las ruinas a la estancia Colastiné, que perteneció al brigadier López y dio origen al pueblo

Luis E. Blanco / La Capital

Arocena.- El intenso flujo de la ruta nacional 11 no se condice en absoluto con el ritmo de vida de este pueblo. Como si se tratara de dos mundos distintos y aislados, el viajero puede inmiscuirse en los recovecos de la idiosincrasia arocense cuando recorre sus calles internas y entabla contacto con los habitantes. Sólo así se percibe su simpleza y serenidad.

La comunidad tiene 29 manzanas distribuidas a lo largo de la ruta sobre una extensión de un kilómetro y posee tres cuadras hacia el oeste. En esa extraña estructura conviven unos dos mil descendientes de aborígenes y de inmigrantes italianos, españoles, alemanes, ingleses y criollos. Orígenes tan diversos como los rubros que explotan.

La actividad por excelencia es la agricultura, principalmente el cultivo de soja y luego el trigo, maíz y frutilla. También existen puestos rurales ganaderos en la región costera y en la zona de islas, donde además hay asentamientos de familias dedicadas a la pesca en la laguna Coronda.

Desde hace muchos años los que comparten este lugar en el mundo intentan revalorizar su pasado, historias que anteceden a la fundación del pueblo y que según cuentan, tuvieron como protagonistas a grandes personajes de la historia argentina.

Sobre los los orígenes del pueblo, todos mencionan la vieja estancia Colastiné que se encuentra a unos tres kilómetros al sudeste que "perteneció al brigadier general Estanislao López", sostienen con orgullo y desgranan leyendas sobre los tiempos en que el caudillo santafesino habitó el lujoso casco, que ahora se encuentra totalmente en ruinas y del que sólo se pueden observar paredes de adobe parcialmente derruidas y techos a dos aguas, de tejas francesas, a punto de caerse.

El establecimiento fue el lugar inicial y estratégico para la ubicación de una posta que, con el paso de los años, se trasladó un par de kilómetros al norte. Vecinos y autoridades arocenses solicitaron al gobierno santafesino que se ocupe de revalorizar las ruinas de la estancia a través de su expropiación, restauración y un estudio concienzudo de los tiempos de esplendor del palacete, que habría servido de morada cuando Justo José de Urquiza desembarcó en Santa Fe en 1851.

El lugar fue declarado de interés histórico comunal en 1998 y un año más tarde patrimonio histórico provincial, por considerarse como un potencial recorrido turístico a difundir y explotar. Actualmente su pasado continúa bajo estudio de autoridades provinciales e historiadores.

Documentos como inventarios y asientos de divisiones de bienes posteriores a la muerte del brigadier -en junio de 1838-, avalan la existencia de la estancia Colastiné aunque no precisan el lugar. Mencionan el precio y la existencia de diversos bienes, esclavos y ganado.

Más allá de que las ruinas se encuadrarían dentro de los pocos restos materiales de un período clave de la historia de la provincia, aún no surgieron respuestas oficiales tendientes a preservar el bien.

La vivienda posee una estructura colonial con habitaciones contiguas ubicadas en forma de herradura, con un patio central y amplias galerías. Antiguas rejas, una pérgola con parras y macetones que resistieron el paso del tiempo, remontan a épocas lujosas en las que en el actual emplazamiento de Arocena sólo había una posta, a la vera del Camino Real.

La estructura principal de la estancia tiene muros de ladrillos de adobe y habitaciones que no se corresponden con el momento de construcción, lo cual evidencia que hubo numerosas ampliaciones posteriores. El tradicional sótano, cercano a la cocina, servía de almacén y de sus paredes surgen tres túneles que -según cuentan los lugareños- conducían a salidas distantes del caserón para facilitar la huida de los moradores cuando eran sitiados.

(Sigue en página 20)
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Dos mil descendientes de nativos e inmigrantes conviven a lo largo de la ruta 11, en el departamento San Jerónimo.

Notas Relacionadas
La Posta

El pago chico del Beto Acosta

Próxima entrega




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados